A diario nos vemos acribillados de ofertas tentadoras que incentivan nuestras necesidades de destacar ante los demás o sentirnos más satisfechos por nuestras debilidades, al mismo tiempo la oferta contraria nos conmueve el alma y nos muestras niños en países siempre lejanos donde niños pobres luchan desesperados por aferrarse a la vida, y digo lejanos porque nuestros medios de comunicación y nuestros gobernantes intentan mostrarnos la realidad de otros niños que conviven a pocos metros de nosotros. Como seres de muchas facetas nos sentimos obligados a cumplir con todos los requisitos, debemos vivir bien y fomentar el consumo que nos hace sentir bien y al mismo tiempo debemos ayudar a esos seres que lo necesitan. Tengo una amiga que gasta al mes cantidades de dinero que impacta por su monto en perfumes muy caros, eso le hace sentir bien, dice que se revaloriza, que se siente más segura, sin embargo se duele y llora al ver las imágenes de niños desnutridos y creo que su dolor es cierto, pero tiene el problema de no confiar en que sus donaciones a una ONG, no lleguen a su destino, por lo tanto no hace una donación de 16 euros al mes. Sin embargo yo la visto gastar trescientos euros entre tres cremas y un perfume de marca francesa, la misma marca que prestó una gran cantidad de dinero a un miembro de la monarquía española para cubrir con esa suma, los daños ocasionados en sus trampas legales. No está pensando cuando paga suma exageradas de dinero por una crema (49 euros, costó una de ellas) que está pagando 400 veces su verdadero valor de fabricación, ni pone en duda si servirá para detener la vejez, inevitable.
No se le ocurre a ella, restarse un poco de consumo y donar los 16 euros mensuales que le permite comer e ir a la escuela a un niño que lo necesita. La pobre convive sin equilibrio entre su vanidad y la conciencia que la castiga por no ayudar. es la difícil tarea del equilibrio que debe regir en nuestra vida, es la ardua tarea de tener que estar en muchos sectores a la vez, de vencer el egoísmo que le genera placeres momentáneos y que luego le castiga ante la realidad de ver que no hace nada por ayudar. Ya lo decían los chinos hace más de cinco mil años: "Lo más difícil en la vida es encontrar el punto exacto del equilibrio".
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