El Corona-virus dejará una tendal, incontable, de personas empobrecidas, como si ya no alcanzaran con las que hay. Eramos muchos y parió la abuela. En todos los aspectos que queramos revisar, el daño es casi irreversible. La cuarentena obligada, por ser la única arma que disponemos hasta la llegada de las vacunas, impulsó al fracaso en el plano familiar a miles de millones de personas en lo referente a una convivencia llena de miedos, nervios y/o necesidades y desarmó núcleos familiares que estaban unidos por vínculos que parecían ciertos, porque en realidad eran ejercicios de convivencia donde los unía, la costumbre, la responsabilidad, el miedo al fracaso, o un espíritu de lucha en equipo. La pandemia disparó el número de asesinatos de género, el maltrato familiar, las separaciones y los divorcios, o como poco, logró que de aquí en adelante muchas parejas sigan juntas solo por necesidad o conveniencia. Creo que esta desgracia mundial, deja a la mayoría, más solos que nunca y haciéndonos preguntas sobre el amor y la familia.
En el plano económico se agrandaron las desigualdades, las familias y las pequeñas y medianas empresas se terminaron de endeudar y ya sabemos que donde hay deudores hay acreedores y estos serán más ricos.
La pandemia nos demostró también que el estado tenía un papel importante, que era necesaria su fortaleza y que era mentira aquello de que era preferible estados pequeños y sectores privados libres y regulados solo por la oferta y la demanda. No es casualidad que haya más muertos en los países donde la salud pública es débil o casi inexistente.
El Covid-19 nos demostró con total nitidez que hay partidos políticos donde su prioridad es el dinero y no la salud o el bienestar mínimo o de supervivencia de los ciudadanos, ni en tiempos de una plaga universal, partidos que responden a intereses económicos pero que los mismos ciudadanos votan (y esto se lo deberían replantear, seriamente).
Quien escribe es uno, (o más bien debería usar el pasado) era uno de esos soñadores esperanzados en que esta época nos haría reflexionar, nos haría mejores personas, más solidarias, menos egoístas y ambiciosas, sin embargo, visto lo visto, solo fue una esperanza infantil. Una vez más confirmamos que seguiremos gobernados por personas a las que no les preocupa ordenar un bombardeo sobre una ciudad si esto es un buen negocio. Y seguirá habiendo votantes que admirarán a estos inmorales.
¡Es lo que hay! está frase tan española es un resumen cruel, pero cierto.
Y ahí estará una humanidad post-pandemia, peor que antes de la aparición del maldito virus.
Ahí se quedarán millones de personas que tuvieron la suerte de curarse, pero quizás, soportando secuelas desconocidas, o llorando sus muertos, o ambas cosas a la vez.
Debe ser cierto eso de que los humanos somos nuestros propios depredadores naturales.
Lamento haber escrito esto, me hubiese gustado ser algo más optimista.
José Trillo Aran
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