Pongo la cafetera y disfruto unos minutos de este paisaje donde las sombras plateadas dibujan mil trazos distintos entre la vegetación del barranco, que me invita a seguir su cauce seco hasta el mar de arrugas juguetonas y suaves. El olor a café me retrotrae a Colombia y Venezuela, dos etapas de la vida, inolvidables para mí.
Me siento a la mesa a disfrutar el primer café del día, solo con mi divagar, en el silencio isleño y siendo consciente de que estoy vivo, sano y tengo a quien amar y por quien escribir.
La vida está llena de pequeños momentos felices, solamente hay que tener la habilidad de disfrutarlos.porque no debemos olvidar que solo y siempre seremos turistas, que es tiempo corto para transitar y no debemos malgastar tanta belleza.
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