La nueva ola conservadora en el mundo
Un tiempo después, cuando Ronald Reagan despuntaba, para convertirse en gobernador de California primero y aspirar después a la presidencia de EEUU, mucha gente decía que era imposible que un pésimo actor de películas del oeste pudiera ser presidente de los Estados Unidos. Pero fue elegido y reelegido presidente del país más importante del mundo, consagrado por la victoria norteamericana en la guerra fria y la desaparición de la URSS.
Más recientemente, frente a George W. Bush, Reagan parecería un intelectual, pero aun así Bush fue presidente de EEUU durante dos mandatos. Todo parecía confirmar la tesis de Nixon.
Ahora, mucha gente, atemorizada, se pregunta si Donald Trump puede llegar a ser elegido presidente en las elecciones de este año, a pesar de sus posiciones ultra conservadoras que él de forma desinhibida defiende en las primarias del Partido Republicano, perfilándose como favorito para ser el candidato de esa formación.
Desde 1980, con el inicio del primer gobierno Reagan, los Estados Unidos han sido gobernados durante 20 años por los republicanos y 16 por los demócratas. Han controlado el Congreso norteamericano durante el período más largo de tiempo. Y algunos demócratas, como fue el caso de Bill Clinton, dieron un giro conservador a las orientaciones del Partido Demócrata. De esta manera, en las últimas décadas, hemos visto como el conjunto del sistema político norteamericano se volvía más conservador.
El mismo Partido Republicano, pasó por el Tea Party, hasta llegar a la avalancha de Donald Trump, que puede que no gane las elecciones de noviembre, pero seguramente empujará el centro político más hacia la derecha.
Pero no es solo un fenómeno norteamericano. En Europa, a pesar de la
profunda y prolongada crisis neoliberal del capitalismo, las corrientes
que más crecen y se fortalecen son las de extrema derecha, que ya
estaban enraizadas en Francia y ahora llegan a Alemania. Se reproducen
también en toda Escandinavia, así como en casi todos los países del Este
europeo. Al igual que con el discurso de Trump, el tema de los inmigrantes es
central en todas esas corrientes, que expresan todo su odio, su voluntad
discriminatoria y su egoísmo. Porque el inmigrante para ellos es “el
otro”, “el extranjero”, “el bárbaro”, mientras que se tienen a sí
mismos como “los civilizados”. Blancos, religiosos, violentos, van
construyendo una nueva derecha, todavía más conservadora, de mayor
exclusión social, étnica y cultural. Los fundamentalismos islámicos surgen en el campo político
contrapuestos a esas corrientes, pero componen un movimiento similar de
intolerancia, odio y violencia exacerbada. Contribuyen a componer el
cuadro de nuevas corrientes conservadoras emergentes en el mundo. En América Latina, las sucesivas derrotas de la derecha en los países
con gobiernos contrarios al neoliberalismo han conducido a procesos de
radicalización de la derecha: desconocimiento de los resultados
electorales, intentos de desestabilización política mediante campañas de
los medios de comunicación con denuncias reiteradas, terrorismo
económico, búsqueda de la descalificación personal de los líderes
populares, acciones violentas de grupos terroristas, que han traído
entre otras consecuencias la radicalización de sectores más o menos
amplios de la clase media. Buscan reinstaurar climas ideológicos de la
guerra fría, con la intolerancia, la discriminación. Se valen del
control monopólico de los medios de comunicación para generar climas de
desestabilización política, buscando la pérdida de legitimidad de los
gobiernos, el desprestigio de sus líderes, con denuncias de corrupción
generalizada de los políticos y de los partidos.
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