Fue en una cálida noche en las dunas de Maspalomas. Desde el este soplaba el viento del Sahara acariciaba la playa. La luna era una inmensa bola plateada que daba brillo a la arena y a nuestros cuerpos desnudos. Estábamos borrachos, habíamos pasado toda la tarde bebiendo, el agobiante calor invitaba a ello.
Aún recuerdo la maravillosa visión de su cuerpo plateado de sudor y luna danzando una música que yo no escuchaba, ella dijo que era como una caravana de notas de los instrumentos bereberes que cruzaban el desierto y que solo ella escuchaba. Hermosa, inolvidable Manuela.
Habíamos bebido mucho, pero nuestros cuerpos jóvenes pedían más.
Y sucedió lo que tenía que suceder, todo estaba listo para ello, dos jóvenes desnudos, una playa solitaria, la arena tibia, la luna llena, los cerebros libres, desinhibidos por el alcohol, el calor de los cuerpos....
Solo nos faltaba la bebida, miramos los vasos vacíos y añoramos una cerveza bien fría...
-¡tengo una sed de cojones!-
-Yo tengo una idea- me dijo.
- Espero que sea buena- le dije mientras seguía con la punta del índice un hilo de sudor que bajaba lentamente entre sus senos.
-Intercambiemos fluidos hasta que las muerte nos separe.- Me susurro al oído con su voz ronca.
- ¡Hecho!... será algo inolvidable para nosotros... un secreto eterno entre y tu y yo-
-Yo seré tu cerveza...¡bébeme!-
-Tu serás mi vino blanco frío-
Y lo hicimos, nos llenamos uno del otro.... hasta que se nos acabó el pis.
José Trillo Aran
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