Los que siguen este blog saben que siempre critiqué las relaciones que mantiene España con algunos países latinoamericanos. Con históricas raíces de sangre compartidas y un idioma común, España debería haberse mantenido como la madre patria, uniendo y protegiendo a sus hijos y compartiendo con ellos negocios y destino. Una posición neutral es el lugar de España y la no incumbencia en asuntos internos de aquellos países es a mi criterio la mejor política. Y no solo con latinoamérica, tambien debería serlo en sus relaciones con Europa y Africa, pero pertenecer a la OTAN, nos resta esa posibilidad. Mientras nuestro gobierno se dedica a seleccionar o clasificar a los países de américa latina por las inclinaciones de sus políticas, China hace negocios con ellos, sin importarles si son de derechas o de izquierdas. No solo invirtieron en Argentina y Brasil, sino que ahora lo hacen en Venezuela con unos 17000 millones. No solo construyen trenes, donde España podría mejorar esa oferta, sino que construirán represas, centrales eléctricas y carreteras, aprovechan los fracasos de Repsol y se apropian también de ese negocio. También entran en sus inversiones otro país denostado por España, Ecuador, donde el presidente Correa está cambiando para bien un país con un retraso que no es acorde con sus posibilidades.
"Cuando yo vendo mi pan no le pregunto al cliente a que partido vota", me dijo una vez el panadero de mi barrio. Esto debería ser una lección para el gobierno del PP.
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