No ha servido para nada. El independentismo resiste, demostrando que el
problema no se resuelve con jueces ni policías. El Gobierno y las demás
fuerzas políticas están obligados a dialogar y a ofertar un proyecto
constitucional en el que Cataluña y los demás entes territoriales se
encuentren cómodos como integrantes de un marco común de convivencia y
colaboración solidaria. La práctica del dontancredismo político y del
espléndido autismo de Rajoy se ha venido abajo.
Los autodenominados constitucionales deben asumir que al final no cabe
la resistencia sin proyecto alternativo. El independentismo, cara al
futuro más inmediato, debe ser consciente de que la vía unilateral no
cuenta con el apoyo suficiente, ni antes ni tampoco ahora. Sus legítimas
aspiraciones no pueden manifestarse con un discurso y unas propuestas
descabelladas, irrealizables en el actual marco español y de la UE.
El humo vendido debe ser sustituido por un proyecto que pueda conducir a
una negociación acerca del modelo de integración, o de separación en su
caso. No se puede emocionar a las masas con proyectos sin el respaldo
suficiente y sin un verdadero modelo alternativo. Es difícil articular
una tercera vía; sobre todo cuando el conflicto se polariza
radicalmente.
Pero la dificultad inicial se torna en incomprensión cuando la propuesta
que pretende superar los dos antagonismos carece de unidad. Una tercera
vía no es la exhibición de un eclecticismo titubeante. Necesita, además
de suplir las carencias antes apuntadas, un perfil inequívocamente
alternativo y diferenciado de ambos antagonistas. En Común Podem debe
instalarse, a mi juicio, en una alternativa clara, inequívoca y muy a
ras de tierra.
Julio Anguita.
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