-Violación reiterada a una niña, su señoría-. Le informó el fiscal, y se fue a sentar a un rincón de la sala a revisar trabajos pendientes, sabía que con ese juez, no tenía nada que exponer.
-Tráinganlo- Ordenó el juez y dio un sorbo de agua a pico de botella. Se alisó el pelo con la mano derecha y se secó el sudor de la frente con un pañuelo de papel. Cerró los ojos, respiró hondo y se dispuso a dictaminar el caso número dieciocho del día.
El juez José María Figueroa se destacaba por ser uno de los magistrados más eficaces, tajantes, justos. Era admirado y criticado por igual, y sin duda el más temido de todos los magistrados de los Juzgados de Justicia Rápida. El juez Figueroa era un tipo duro, pero sin embargo, a veces, era paternal, comprensivo, pedagógico, y no escatimaba esfuerzos para dar consejos a los reos.
El acusado estaba frente a él, con las manos esposadas y la cabeza gacha, temblaba sin poder evitarlo.
-Usted violó en reiteradas ocasiones a una niña de diez años...¿verdad o mentira?- Le dijo el juez al acusado.
-Su señoría, mi defendido...-
-Usted se calla abogado, esto es entre el acusado y yo- Interrumpió el juez y el abogado defensor, conocedor de las actitudes poco ortodoxas del juez, guardó silencio.
-Le hice una pregunta ¿o es sordo?-
El reo miró a su abogado y este miró para otro lado.
-Si...pero, estaba drogado-
¿Distingue entre el bien y el mal?-
-Si señoría-
-Entonces sabía que lo que hizo no estaba bien ¿verdad?-
-Si señoría pero...
-Conteste si o no, solo eso-
-Si, señoría-
- ¿Sabe que va a ir preso por lo que hizo?-
-Si, señoría-
-¿Sabe que tendrá tres comidas al día?-
-Si señoría-
¿Sabe que tendrá un techo y una cama gratis durante muchos años?-
-Si señoría-
-¿ y le parece bien?-
-Si, señoría-
-¡No! no está bien, no está bien que usted coma gratis, ni tenga un techo gratis, ni que lo cuiden para que otros no lo maten o abusen de usted, ¡no está bien! ¿que le parece?-
-No se, yo...-
-¡Callese!...
-Si, señoría-
-¿Ve esa señora que está ahí?- Y apuntó con el índice a una secretaria que escribía rápidamente, encorvada sobre una computadora, bastante antigua.
-Si, señoría-
-Esa mujer trabaja duro todos los días, para poder comer, para pagarse un techo... y paga impuestos para tener seguridad...¡Mírela!- ordenó el juez casi gritanto.
El preso la miró y en su mirada no se descubrió nada significante. Ni admiración ni rechazo, ni frío ni calor, ni siquiera podría asegurarse que en realidad la había visto.
-Esa señora tiene una hija de diez años ¿ y sabe que me dijo que le haría ella a un violador si abusara de su hija?-
-Si señoría, digo... no, señoría-
-¡Que le cortaría los huevos con un serrucho de carpintero! y ¡oxidado para más! ¿que le parece?-
-Que está mal, señoría.-
-Además dijo que le colgaría del pito en un gancho de carnicería...¿que le parece?-
-Que está mal, señoría-
-Esta mal lo que dijo la señora ¿y lo que usted hizo esta bien o está mal?-
-Está mal, señoría.-
-¿Y si yo mirara para otro lado y permitiera que los padres de la niña le cortaran sus partes ¿usted que diría...que está bien o esta mal?-
-¡Que está mal!,señoría.- Respondió el acusado con vehemencia.
- Y si el padre de la niña lo castrara..¿usted que haría?-
-¡Lo mataría!, señoría.
- Entonces, aún capado.. ¿estaría dispuesto a matar?.
-¡Claro que si!-
- Muy bien, yo le salvaré sus partes de macho ¿le parece bien?-
-Si, señoría-
-Entonces lo condeno a trabajos forzados en un túnel que unirá dos pueblos alejados y que necesitan una carretera que los una ...¿le parece bien?-
-Si, señoría...digo... no, señoría-
-¿No? y ¿por qué no?-
-Porque a los presos solo se le puede quitar la libertad, así dijo mi abogado-
-¡Aaah!... pero yo lo meteré preso por violación, le quitaré la libertad solo por eso, el resto es para pagar la comida, el alquiler del techo, la seguridad de la que gozará, porque la seguridad cuesta dinero...y además porque a la víctima hay que pagarle una indemnización monetaria... ¿Sabía eso?-
-No... señoría.-
-Usted a esa niña le produjo un daño físico leve, pero... el sicológico es para siempre y como eso no tiene remedio, al menos la compensamos con dinero y...
-Con su permiso, señoría- Interrumpió el abogado defensor para justificar sus honorarios.
-Si abogado, lo escucho-
-A mi tampoco me parece correcto que condene a mi defendido a trabajos forzados, dictaminar eso conlleva eliminar puestos de trabajo para los trabajadores libres e ir en contra de los intereses de las empresas constructoras y...-
-Al gobierno no le interesa unir pueblos pequeños y alejados, por eso lo podemos hacer, estoy autorizado...¡callese!-
-Si señoría-
-Muy bien, lo condeno a trabajos forzados durante veinte años... y además le voy poner un testículo más, ¡ahora va a tener tres!, y este es de hierro... y para que no lo pierda ni se lo roben, ya sabe que hay muchos ladrones por ahí... lo tendrá engrillado en el pie, ¡un testículo de veinte kilos!... ¡eso es como para presumir!... al principio le resultará un poco incomodo, pero se acostumbrara, lo mejor es que físicamente se fortalecerá mucho, cargar con un tercer huevo tiene sus beneficios, no necesitará ir al gimnasio...y si lo sorprende una diarrea...ni le digo, ¿está de acuerdo?-
-No, señoría- Respondió con voz temblorosa mientras pedía a gritos con la mirada la ayuda de su abogado defensor. Pero el defensor sabía que no podía hacer nada, y solo se limitó a seguir mirando los mensajes en su teléfono.Incluso el acusado, giró la cabeza y buscó una ayuda, un gesto, una complicidad en el polícia que lo controlaba, pero no encontró un gesto, el uniformado seguía firme como lo había hecho desde la llegada. La secretaria seguía encorvada, escribiendo rapidamente, ni los tres asistentes que había en la sala hicieron un movimiento.
El juez golpeó tres veces con su martillo de madera, una por la niña, otra por la sociedad, y la tercera descarga, furiosa, para aplastar sus inmensos deseos de matar.
José Trillo Arán.
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