martes, 22 de febrero de 2022

Murió Susana Torrado, la científica a la que Cavallo mandó a lavar los platos.

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lunes, 21 de febrero de 2022

Mahatma Gandhi y el profesor Peters.

 *Cuando Mahatma Gandhi estudiaba Derecho en Londres, un profesor de apellido Peters le tenía mala voluntad...pero, el alumno Gandhi nunca le bajó la cabeza y eran muy comunes sus encuentros.

Un día Peters almorzaba en el comedor de la Universidad, Gandhi venía con su bandeja y se sentó a su lado.
El profesor muy altanero, le dice:
" Estudiante Gandhi, ¡¡ Usted no entiende !! Un puerco y un pájaro no se sientan a comer juntos".
Gandhi le contesta:
¡Esté usted tranquilo profesor, yo me voy volando!.
Y se cambió de mesa.
El profesor Peters lleno de rabia, porque entendió que el estudiante le había llamado PUERCO, decidió vengarse en el próximo examen... Pero el alumno respondió con brillantez a todas las preguntas.
Entonces el profesor le hace la siguiente interpelación:
"Gandhi, si usted va caminando por la calle y se encuentra dos bolsas, una de sabiduría y otra de dinero, ¿Cuál de las dos se lleva?".
Gandhi responde sin titubear:
"Claro que el dinero, profesor"
El profesor sonriendo le dice:
"Yo, en su lugar, hubiera agarrado la sabiduría, ¿no le parece?
Gandhi responde:
"Cada uno toma lo que no tiene, profesor".
El profesor ya histérico escribe en la hoja de examen: " IDIOTA " y se la devuelve al joven.
Gandhi toma la hoja y se sienta...al cabo de unos minutos se dirige al profesor y le dice:
" Profesor Peters, usted me ha firmado la hoja, pero no me puso la nota".
MORALEJA...Si permites que una ofensa te dañe...Te dañará. Pero si no lo permites, la ofensa volverá al lugar de donde salió.


martes, 8 de febrero de 2022

Omaira

 Los pómulos altos, la piel de un morado rojizo quemada por el frio eterno del páramo, los ojitos achinados siempre abiertos, muy tristes y quietos. El vestidito azul con ribetes blancos en el pecho un poco grises por el uso. El pelo negro brillante, grasiento y espeso le caía rígido sobre la espalda frágil y enmarcaba la cara de labios angostos y tensos, poniendo el toque final de tristeza a su expresión. Los brazos huesudos apoyados a cada lado de las piernas, sentada, como todos los días, en el banco de madera agresiva. Tras ella el paisaje agreste, yelmo por el frio de la altura donde apenas los frailejones se atreven a resistir y con el último esfuerzo le regalan un poco de color a las montañas. Y en esa soledad de piedras y silencio, solo roto por el viento que a veces sopla lastimero, o hiere la voluntad con su filoso silbido de fantasma en las noches largas. Aun ahí vive gente que nace y muere arañando unas miserables migajas que les permite sobrevivir y además pueden florecer en ellos esperanzas en sus vidas destempladas, como los páramos. Vidas cortas como la luz plena de los medio días límpidos de sol y tristes como las interminables penumbras de los atardeceres.

En el largo zaguán de ladrillos desparejos Omaira espera que un auto se detenga al borde de la carretera y alguien compre los claveles que papá Heriberto cultiva en el vivero que hizo en el fondo de la casa.

El sol tibio de la mañana le pone luz de blanco nuevo a las paredes encaladas. A su lado el cesto de mimbre lleno de flores humedecidas de niebla y espera.

En toda la mañana solo pasó un auto veloz y serpenteante, y no se detuvo, quizás no haya visto, la puerta de un auto viejo que hace las veces de cartel, mal escrito, que al borde de la carretera invita a comprar, "se bende clavel".

Omaira mueve sus piernas hacia delante y hacia atrás para espantar el frio. No tiene medias, solo un par de Adidas usadas y dos números más. Se baja el vestido un poco por debajo de las rodillas ásperas.

De la cocina le llega olor a arepas y humo de leña verde y a café recién colado. 

Si ningún automóvil se detiene, si no aparece un comprador, el viaje a la ciudad tendrá que esperar.

Su mirada se queda clavada en la luz cambiante de colores del vidrio del viejo farol de hierro que cuelga de la pared, casi sobre ella.

Tiene cinco años y una tarea, vender claveles, estar horas y horas, día tras día esperando. También tiene una ilusión, conocer la ciudad de Mérida *, que está inmensamente lejos para ella. La ciudad está allá abajo, a media hora, en un autobús antiguo. Omaira no sabe la hora, tampoco sabe leer porque donde ella vive lo importante es aprender a esperar un auto, una venta.

"Mérida debe ser..." Su carita de muñeca vieja se llena de luz.

El llanto de Rafaelito rompe el silencio. " Quiere teta... ahora mamaita se la dá y se duerme otra vez".

El perro se levanta trabajosamente, con un gruñido perezoso, avisa. ¡Otro carro!...¡párese!...¡párese!

Otra vez a la espera y otra vez el pesado y peludo Mucuchies* se echa a su lado.  

Así será siempre, desde antes de nacer, así lo dispuso papá Heriberto porque "él es el macho`e la casa y él sabe lo que hace"

La niña ya sabe que todo depende de la venta de un canasto completo "y todo será para bien" como dijo su padrastro, y vio que  su mamá movía la cabeza confirmando que si y mirando al cielo con una cara que a ella le pareció triste, pero su mamá nunca decía que estaba triste, aunque a veces hacía cosas que ella no entendía, como cuando se quedaba sentada, con la espalda encorvada, mirando el piso, con los puños apretados, pero se le pasaba pronto y si le duraba mucho papá Heriberto le recordaba de mal modo que desde su llegada nunca faltó la leña, ni la comida y a veces también traía ropa casi nueva del mercado de Mérida y que nunca le había faltado la Canelita*. Y debía ser muy buena, pensó la niña, porque "mamaita se ríe mucho con esa bebida".

Mérida está llena de cosas bonitas, de negocios llenos de ropa bella, hay negocios que venden cientos de golosinas y juguetes, hay edificios tan altos como aquel pico, muchísimos carros y ruido y música y carteles luminosos y... verás...¡cheverísimo!. Su hermana Cecilia le contaba cosas de la ciudad. La niña sabe que ese día llegará, solo tiene que esperar, sino tiene suerte de ir ahora, lo hará después, como pasó con su hermana. Si todo va bien, cuando amanezcan dos tímidos brotes en su pecho y sus caderas comiencen a abrirse como una flor, y prometan un futuro tentador y lucrativo para el tío Cheo, el llegará en su auto nuevo y la llevará a la ciudad. "El tío Cheo es muy bueno, si tu haces lo que él te diga, te lo dará todo" Así le había dicho papá Heriberto, a su hermana.

Entonces ella podrá volver de la ciudad trayendo regalos y risas, vistiendo ropas multicolores y trayendo juguetes, para la nueva hermanita que estará sentada en el banco de madera vasta.


José Trillo Aran



 Mérida: Capital del estado del mismo nombre, Enclavada en Los Andes venezolanos a 1639 metros sobre el nivel del mar. 

Mucuchies: Raza de perros, autóctona de Mucuchíes, zona andina, que tiene una altura de 2980 metros sobre el nivel del mar y donde se encuentra la pequeña ciudad del mismo nombre.

Canelita: Marca de una bebida muy consumida en la zona andina, hecha a base de licor y canela.

Nota: El cuento está inspirado en el cuadro del pintor venezolano Antonio Fernández Cano. "También lo hermoso es solitario"