La invención del racismo y la raza blanca y el horror a la mezcla de razas
El caso de la
muerte del joven negro Michael Brown a manos de un policía
estadounidense en la ciudad de Ferguson (Misuri) desencadenó el pasado
mes de agosto numerosas protestas raciales. Desde entonces, otras tantas
manifestaciones de indignación popular han recorrido el país, mientras
se exculpaba a los agentes Darren Wilson y Daniel Pantaleo.
¿Cómo es posible que uno de los países que más ha trabajado por la
igualdad racial sea tan frecuentemente el escenario de estos conflictos?
¿Cómo y cúando se formó el concepto de la raza blanca?
Opinión / Análisis | Por Daniel Buzón | Diásporas / Público
Recientemente, el alcalde neoyorquino Bill De Blasio ha sufrido los desplantes y la huelga de brazos caídos del cuerpo de policía de Nueva York, entre otras razones, por admitir que jóvenes como su hijo (de color) podían estar expuestos a la arbitrariedad policial, justo antes del asesinato de dos agentes, tiroteados por un joven negro.
Toda esta conflictividad sorprende, si pensamos que Estados Unidos trabaja desde hace mucho (1862; 1964) en pro de la igualdad entre razas. Sin embargo, en un país en que la clasificación de sus ciudadanos por pertenencia racial resulta asfixiante, no parece fuera de lugar un breve análisis de la llamada identidad racial.
La invención de la raza blanca: 1681
El concepto de raza se ha gestado poco a poco desde la Edad Moderna. Se tomaba a mala parte, referido a “moros” y “judíos” (Covarrubias), en relación con la religión. El vocablo "raza" no definía en las lenguas europeas a la propia comunidad o país. "Raza" y "raza española" se encuentran ausentes de la entera Recopilación de las leyes de Indias (1680). Existió el racismo entre el XV y el XVIII, pero sin los resortes estructurales que eclosionaron en el XIX.
La introducción del concepto de "blanco" como distintivo de los occidentales de piel clara parece que se remonta a 1681. A causa de varios conflictos con las tribus indígenas (la revuelta de Bacon, 1676), Virginia, la colonia inglesa, trazó una línea legislativa entre los europeos y los indios y negros, utilizando por primera vez el término white referido a su comunidad, tal como expone Jacqueline Battalora en su libro Birth of a White Nation (2013).
Durante la segunda mitad del XVII se aprueban además leyes anti-miscegenation (contra el matrimonio interracial) que debían tener una larga historia hasta el caso Loving contra Virginia en 1967. A pesar de todas las leyendas negras –añado yo-, en la América española, desde la ley de Fernando II de Aragón, en 1514 (Recopilación de las Leyes de Indias, VI.1, ley 2), el matrimonio mixto no solo era legal sino deseable para la integración. Si bien en un régimen general de supeditación del indígena, se tomaba el mismo modelo racial que en los imperios macedónico y romano. Otras culturas europeas, como las germánicas, han procedido, en este aspecto, bárbaramente, aferrándose a su xenofobia tribal.
Ya en 1790, informa Battalora, el Congreso estadounidense promulga una ley (no revocada hasta 1952) por la que que solo los inmigrantes “blancos” libres podían acceder a la ciudadanía. Lo que aborda Battalora a lo largo de su libro es precisamente cómo la legislación da nacimiento a la identidad racial blanca.
Recientemente, el alcalde neoyorquino Bill De Blasio ha sufrido los desplantes y la huelga de brazos caídos del cuerpo de policía de Nueva York, entre otras razones, por admitir que jóvenes como su hijo (de color) podían estar expuestos a la arbitrariedad policial, justo antes del asesinato de dos agentes, tiroteados por un joven negro.
Toda esta conflictividad sorprende, si pensamos que Estados Unidos trabaja desde hace mucho (1862; 1964) en pro de la igualdad entre razas. Sin embargo, en un país en que la clasificación de sus ciudadanos por pertenencia racial resulta asfixiante, no parece fuera de lugar un breve análisis de la llamada identidad racial.
La invención de la raza blanca: 1681
El concepto de raza se ha gestado poco a poco desde la Edad Moderna. Se tomaba a mala parte, referido a “moros” y “judíos” (Covarrubias), en relación con la religión. El vocablo "raza" no definía en las lenguas europeas a la propia comunidad o país. "Raza" y "raza española" se encuentran ausentes de la entera Recopilación de las leyes de Indias (1680). Existió el racismo entre el XV y el XVIII, pero sin los resortes estructurales que eclosionaron en el XIX.
La introducción del concepto de "blanco" como distintivo de los occidentales de piel clara parece que se remonta a 1681. A causa de varios conflictos con las tribus indígenas (la revuelta de Bacon, 1676), Virginia, la colonia inglesa, trazó una línea legislativa entre los europeos y los indios y negros, utilizando por primera vez el término white referido a su comunidad, tal como expone Jacqueline Battalora en su libro Birth of a White Nation (2013).
Durante la segunda mitad del XVII se aprueban además leyes anti-miscegenation (contra el matrimonio interracial) que debían tener una larga historia hasta el caso Loving contra Virginia en 1967. A pesar de todas las leyendas negras –añado yo-, en la América española, desde la ley de Fernando II de Aragón, en 1514 (Recopilación de las Leyes de Indias, VI.1, ley 2), el matrimonio mixto no solo era legal sino deseable para la integración. Si bien en un régimen general de supeditación del indígena, se tomaba el mismo modelo racial que en los imperios macedónico y romano. Otras culturas europeas, como las germánicas, han procedido, en este aspecto, bárbaramente, aferrándose a su xenofobia tribal.
Ya en 1790, informa Battalora, el Congreso estadounidense promulga una ley (no revocada hasta 1952) por la que que solo los inmigrantes “blancos” libres podían acceder a la ciudadanía. Lo que aborda Battalora a lo largo de su libro es precisamente cómo la legislación da nacimiento a la identidad racial blanca.
La negación conceptual de la mezcla de razas: 1924
Existe además otro hito legislativo que perpetuó la segregación racial, la cual se mantiene en convivencia con una supuesta equiparación de derechos. A finales del XIX corrían tiempos de mistificación positivista, que daban a la colonización de África una base científica. La división categórica de razas, cada una con sus características fenotípicas, era el ideal de tipos de la laya de Cecil Rhodes. En Estados Unidos cobró fuerza la norma popular de la única gota, one-drop rule, según la cual el sujeto con algún ancestro negro era considerado negro o, eufemísticamente, “de color”, al margen de su aspecto. Uno de los miembros del club anglosajón de América, Walter Plecker, primer oficial del Registro Civil en Virginia, se empeñó en clasificar a los ciudadanos en dos tipos básicos, blancos y negros, incluyendo a los indios en este último. Aplicó la one-drop rule de acuerdo con el Acta de Integridad Racial (1924, Virginia) y reclasificó como negros a un buen número de personas que se consideraban blancas. Es más (de acuerdo con el Acta de Esterilización, del mismo año), abogó por esterilizar a negras e indias, sin conocimiento de estas, en competencia con el Tercer Reich. En 1935, alababa Plecker a Walter Gross, jefe del Departamento alemán de política racial, la esterilización de los llamados bastardos de Renania.
El movimiento no se circunscribió solo a Virginia. En 1930, la Oficina del Censo de los Estados Unidos eliminó la categoría “mulato” de su registro. A la vista de lo dicho, es evidente que el problema del racismo en Estados Unidos no debería plantearse en términos del simple rechazo de la discriminación. Se impone tener en cuenta, por tanto, los tres pilares normativos a que me he referido: creación legal de la raza blanca en 1681, leyes anti-miscegenation del XVII-XX y el one-drop-rule de 1924.
No es casualidad que el censo no incluya más que un 2,4 por ciento de población que se reconozca como mestiza (categoría encuadrada en el vago y disuasorio epígrafe de "dos o más razas"), frente a la gran mayoría que dice pertenecer a otras categorías puras como negro, blanco o indio americano; sin que se haya recuperado todavía el concepto unitario de mulato, o alguno equivalente, por fuerza necesario en un país con dos grandes bloques raciales, blanco y negro."
Si bien figuras como Bill de Blasio, casado con una afro-estadounidense, traen aire fresco, el mismo Obama, que, como mulato de primera generación, debería representar ya la culminación de la integración, sigue siendo considerado como el primer presidente completamente negro de la historia del país. El horror, incivilizado, a la mezcla de razas (y la creencia en ellas, de modo categórico) sigue siendo una pieza clave del problema.
* Daniel Buzón es licenciado en filología clásica e investigador de Historia del Derecho Medieval.
© Diásporas / Público 2015
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