"La conclusión es terrible, antes era fácil, todo consistía en matar al César, pero hoy quién es el César".
Tomé café con Pepe y me di envidia, no cuento a mis
amigos y amigas. Mújica contagia sosiego pero es extremadamente
peligroso, te hace pensar y pensar, de verdad, probablemente, sea lo
único revolucionario. Es un líder, aunque no sé de qué. Solo de ideas,
no parece poco.
No capitanea multitudes, no es como
una estrella del pop, como su admirado Francisco, del que habla como de
un compadre. Pero comparte una cosa con él, el otro gran líder global.
En el fondo nadie les echa cuenta. Miren, Francisco reúne multitudes,
pero liderar liderar no lidera ni a su iglesia. Mientras él predica
ecología, sentido social, progreso, sus obispos se dedican a medrar y a
presionar a gobiernos seculares para obtener privilegios, con los
poderosos y en pro de las políticas más regresivas, más represoras de
una humanidad cansada de tantos dogales.
Hay una confesión importante en este sentido en la
propia personalidad de Mújica, su humildad es apabullante: "creí de
joven, también de más mayor, que iba a arreglar el mundo, y ahora, como
mucho, solo arreglaré mi barrio", "queremos cambiar el mundo cuando ni
siquiera estamos dispuestos a cambiarnos a nosotros mismos". Además,
tanto Pepe como Francisco, son líderes frente a un no líder. Porque
¿quién es el líder del mal? ¿Quién conduce la nave de los grandes males
que azotan a la humanidad".
Pepe afirma que no hay
nadie a los mandos, que nadie pilota esto, quizá un piloto automático al
frente de una inercia, a la que llamamos mercado, que nos conduce a la
insolidaridad, al hiperconsumo, a devorarlo todo, ese ansia por tener
que Mujica, que no tiene ni quiere nada, sitúa en el origen de toda
corrupción. La conclusión es terrible, antes era fácil, todo consistía
en matar al César, pero hoy quién es el César. A Mujica como a
Francisco, lo escuchan desde Obama a Netanyahu, pasando por Merkel o Xi.
Diría hasta que con fervor, al menos, con admiración y respeto, pero
no pasa nada. Se van a sus cancillerías y continúan con las políticas
suicidas que destruyen nuestra civilización.
En el
pensamiento de Pepe hay a un llamado agónico y desesperado al hombre
como individuo, capaz y responsable de su propio plan. Por eso lamenta
el cardumen. Nos comportamos como un cardumen, un banco de peces. Creí
que Pepe era pescador o algo así. Cardumen es una agrupación masiva de
peces, que los hace indiferenciados. Dicen que así parecen algo muy
grande y sus depredadores se asustan y no los atacan, pero, quia, los
más listos, saben que son tontos por creérselo y encuentran en estos
bancos la concentración suficiente para darse un banquete. Los uruguayos
lo utilizan como sinónimo de multitud y desde mi café con este
uruguayo, también lo haré yo.
Todos somos cardumen
alguna vez, cuando vamos al fútbol, por ejemplo. Cuando estás dentro,
además, eres más de todo. Más independentista, unionista, monárquico o
republicano. En el fondo, luego, cuando recobramos la individualidad
somos menos de todo. Republicano ma non troppo,
decía Mújica, con mucha retranca, para señalar que hasta las repúblicas
se revisten del boato propio de las monarquías antiguas; la gente quiere
eso, le gustan los reyes y las princesas.
Nadie te
perdona además que no pertenezcas al cardumen, al que te corresponda.
Nos lo ha recordado Trueba estos días atrás ¿cómo se atreve a decir que
no se ha sentido español ni cinco minutos de su vida? ¿Qué pretendes,
ser individuo y tener personalidad no gregaria, Fernando? Si no te
levantas para hacer la ola te miran raro, si no cantas el himno delante
de la reina, en ese otro fútbol en el que se está convirtiendo la
política, como Corbyn, también. Si no eres independentista, eres raro
para unos, si no eres unionista, eres raro para los otros, no hay sitio
para los individuos. Esta será la peor conclusión del conflicto catalán,
solo se admiten patriotas y, pase lo que pase, después de cumplir este
ritual de paso y de poder, seremos peores, menos individuos y más
cardumen.
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