Durante muchos años recordé y le di vueltas a un cabreo monumental que cogió mi madre con una vecina, también gallega y aldeana, allá por los años sesenta en la provincia de Buenos Aires. Yo era un niño y no pude responderle a ella con claridad, bueno, en realidad si lo hice, le di la razón, un poco por miedo, pues pocas veces la había visto tan enfurecida, pero sin llegar a comprender si tenía o no la razón...
-Que no firmó para que asfalten la calle... me dijo la muy tonta-
Yo no atiné a responder con entiendimiento y solo le dije:
-¡Mirá vos!... Lo que le animó a mi madre a seguir explayandose a gusto.
-¡Que quiere seguir viviendo en el barro!...que no le preocupa que cuando llueve esto esté hecho una mierda y no se pueda cruzar la calle...dice que está acostumbrada... que siempre se vivió así y no se tiene porque asfaltar ¿ a ti te parece?.
Mi madre, muchas veces me hablaba de tu y otras de vos, dependiendo de su estado de ánimo, seguía siendo española o se convertía en argentina.
No fue más que eso, dijo lo que dijo y siguió trabajando con una energía mucho mayor que la habitual, que ya era mucha, pero el enojo la ponía a millón. Mi madre fue una de esas personas que dejaron el barro de la aldea, cansada de zuecos de madera, de mujeres mayores vestidas de negro, de sumisión al cura, al franquismo y al político corrupto que manejaba el pueblo como si fuera un cortijo propio. Mi madre era de esas personas que deseaba el progreso, calles asfaltadas, luz eléctrica, electrodomésticos, televisión y todo lo que la vida moderna de Buenos Aires podría ofrecer allá por los años sesenta, que no era mucho, pero ya era bastante para poder alcanzarlo.
Con el transcurso de los años y las experiencias me di cuenta que sigue habiendo muchos millones de personas que no se atreven a salir del barro, porque están acostumbrados y no conocen nada mejor. Tal vez será porque no tienen imaginación, o quizás les den miedo los cambios. Tal vez porque el ser humano se amolda a lo que sea para seguir viviendo y aunque vaya perdiendo calidad de vida, como esto sucede lentamente, no lo nota.
A veces habría que hacer como hacen los pintores, alejarse del cuadro para ver los errores o las deficiencias. A la mejor también me pasa a mi, que por haber vivido bajo una dictadura, hoy soy feliz por poder escribir lo quiero en un blog y entonces ya puedo creer que esto es disfrutar de la libertad, pero no lo es, si me dejan escribir mis pensamientos y me quitan otros derechos, solo es un engaño más, es como si hubiesen asfaltado la calle, pero debo pagar para cruzarla.
Hay que alejarse del país y observarlo desde la lejanía sin fanatismos ni banderías políticas, ni odios históricos para poder mejorar el cuadro, porque esta pintura la pintamos entre todos. Alejarse es solo una metáfora de dejar a un lado los conformismos, el acostumbramiento, y la cobardía de no aceptar que..."esto es lo que hay".
José Trillo Arán.
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