peligrosa y estúpida obsesión por el superávit
Jordi Angusto
Economista crítico
Economista crítico
Todo superávit exterior supone dos cosas: una demanda interior inferior a la oferta, es decir, una déficit de demanda interna, y la necesidad de financiar al país o países con déficit. En definitiva, fastidiar a los de casa para terminar fastidiando a los de fuera, ahogados por la financiación externa, si ésta es en forma de préstamo, o conquistados y colonizados si toman forma de inversión.
Demos un vistazo a los dos países con mayor superávit exterior hoy en día, China y Alemania. En el primer caso, mientras millones de chinos todavía malviven, el país acumula dólares y deuda federal de los EE.UU., es decir: el hambre de unos engordando la obscena obesidad de los otros. A cambio, el gobierno chino puede tener más a raya al imperio. Dicho de otro modo, el pueblo sufre en pro de la geoestrategia, en una especie de guerra económica que ha venido a sustituir a la fría.
Cierto, ahora China también está utilizando su superávit para comprar tierras y neocolonitzar África, como si no fuera lo suficientemente grande su propio país. Con ello practica las dos vías de financiación del superávit arriba mencionadas: préstamos a los que son teóricamente más fiables y peligrosos, e inversiones donde los más débiles y pobres.
Si ahora miramos Alemania, la vencedora del euro, podremos ver que ha sido el país de Europa y del mundo que más ha recortado los salarios y las pensiones en un espacio temporal más corto. Paradójicamente, un recorte iniciada por el socialdemócrata Schroeder y aprovechada por la neoliberal frau Merkel. Ha sido la manera de instaurar el déficit de demanda interna necesario para poder tener superávit frente a los países que cayeran en la trampa del déficit.
¡Pobres y tontos de nosotros! Apenas estábamos mirando de instaurar el Estado del bienestar del que ellos venían, insuflando fuerte la demanda interna, y recibíamos con los brazos abiertos la financiación que necesariamente nos habían de ofrecer ellos si querían tener superávit. El euro lo facilitaba. Ninguna devaluación podía ahora impedir la acumulación de déficits y deuda. Así pues, bienvenida sea la financiación.
Derrochamos una buena parte, es cierto, pero de eso ya hemos hablado bastante y hoy no toca e incluso es posible que fuera inevitable que no lo derrocháramos. Lo importante es que hoy han conseguido que también nosotros hayamos reducido la demanda interna para lograr un superávit exterior con que pagarlos. Dicho de otro modo, han conseguido meternos en la trampa del superávit. Y encima, nosotros satisfechos de caer en ella; tanto como de haber caído antes en la del déficit.
En nuestro caso, un superávit necesario para devolver unas deudas que considero impropias. Pero además, ¿a dónde irá a parar ahora el superávit alemán? Antes Europa cuadraba las cuentas y, a pesar de los superávits y déficits interiores, de forma agregada tenía un saldo neutro con el mundo. Si hoy no se invierten los términos, y no parece que Alemania esté dispuesta a hacerlo, Europa como China tendrá un superávit tan colosal como famélicos estén sus ciudadanos, sobre todo los del sur, y deberá ver cómo lo financia. Es decir: donde invierte y coloniza o a quién presta.
Dicho de otro modo, Europa será de nuevo un potente actor de la geoestrategia mundial. O de la guerra económica mundial, como prefieran. Poco a poco, y con un cierto retraso, se va haciendo real el escenario de 1984, de Orwell, con tres grandes federaciones mundiales haciéndose la puñeta para justificar las estrecheces económicas y democráticas de los ciudadanos.
¿Cómo evitarlo?Aparentemente, en una situación como la actual, cuando las cosas mejoran para un 1% y empeoran para buena parte del otro 99%, no debería ser muy difícil dar con la alternativa para darle la vuelta a la actual Europa y conseguir que sea, nuevamente, la Europa soñada, la culta, justa, equitativa y pacífica.
Una Europa que a mi entender solo es posible si deja de ser la de los viejos estados que la alumbraron, para pasar a ser la de sus pueblos y ciudadanos. Es decir: una Europa federal con un único sistema de protección social y un solo ejército. Una Europa federal que de entrada cambie las actuales deudas de unos y créditos de otros por proyectos de inversión productiva allí donde hace más falta para equiparar y armonizar económicamente el territorio.
Sería algo muy sencillo, bastaría con convertir el servicio de la deuda en un fondo de inversión productiva que rindiera al titular de aquélla pero beneficiando al territorio que la satisface. A fin de cuentas, quien tiene un ahorro invertido no quiere que se lo devuelvan, sino que rinda. Hagámoslo rendir, pues. Manos nos sobran para ponernos a ello y proyectos, también.
Nuestra guerra incivil fue el preámbulo de la segunda europea y mundial. También cómo resolvamos hoy el conflicto territorial español puede ser el preámbulo para la resolución del conflicto europeo. Y a mi entender, la resolución de ambos pasa por la federación voluntaria de pueblos soberanos. Un federalismo europeo donde quepan Cataluña y los demás pueblos de España, así como Escocia, Flandes y ese largo etcétera de pueblos de Europa. Aproximar la democracia a los ciudadanos y cooperar frente a los retos globales.
De eso creo que debería ir la cosa.
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