lunes, 9 de abril de 2018

Las democracias occidentales están en peligro.

Hasta no hace muchos años todos sonábamos con democracias que salvaran a la humanidad de tiranías y reinados, donde los pueblos se vieran atendidos en sus reclamos y necesidades, donde el voto popular fuera quien determinara el rumbo a seguir. Costó mucha sangre y sufrimientos lograr esta forma de gobierno, que aún devaluada sigue siendo la mejor, pero, tal vez por desidia, quizás por creer que ya estaba todo conseguido nos dormimos en laureles, nos olvidamos que la democracia, como la relación amorosa en una pareja, hay que cuidarlas todos los días, defenderlas y no permitir en ellas ninguna injerencia de terceros.
Nos descuidamos y no vimos venir como un grupo de corporaciones poderosas a nivel global, se fueron infiltrando entre la política y los pueblos. Es cierto que siempre había habido títeres de los poderosos y estos han hecho lo posible e imposible para poner gobernantes a la medida de sus necesidades, pero no como ahora y a nivel planetario. Ahora ya determinan que gobierno debe caer en cualquier lugar del mundo.
Mal le irá la humanidad si el gobierno de sus asuntos lo lleva la Nokia, o la Coca Cola, Bayer o Siemens, Monsanto o Shell, poco futuro tendrá la humanidad si nos manejan la información, los datos o nos imponen sus reglas de moral y censura empresas como Facebook (por poner un ejemplo y no cansar a quien lea esto). Y eso es lo que está sucediendo, hemos pasado en un santiamén de reyes deplorables, caprichosos e indecentes durante un abrir y cerrar de unos siglos y pasamos a cobijarnos bajo tiranos sanguinarios, y ahora que apenas empezaban a brotar algunas democracias permitimos sin chistar, y muchos sin enterarse siquiera, que el lugar vacante de reyes y dictadores lo están ocupando grandes multinacionales que atacan a los pocos políticos libres que nos quedan en el planeta. Las democracias se mueren lentamente y nosotros solo pensamos en consumir, trabajar y cuando el sistema lo dictamina pasamos a la clase pasiva, o peor aún, a engrosar la lista de cientos y cientos de millones de parias desocupados.
Lo triste, desde mi punto de vista, es que seguimos votando a señores de números, directivos de grandes corporaciones o economistas de grandes financieras especulativas, o a simples millonarios que no tienen ni idea de lo que le importa o necesitan los trabajadores, los ancianos, los niños, los pobres de aquí o de allá, porque ellos solo saben de números y billetes, de acciones o bonos, de rendimientos y ajustes de plantillas, en fin... confiar la vida humana a empresarios no parece una idea muy brillante, y no necesito recurrir a grandes filósofos que nos explicar aquello que un dibujante lo plasmó (aunque haya sido un gran filósofo sin título) en boca de Mafalda que en una viñeta dijo..."para amasar una fortuna hay que hacer harina a los demás".
Triste papel el que estamos haciendo los votantes, nos venden un presidente como si tratara de un yogurt, un auto, o un perfume, nos convencen de a quien no tenemos que votar, los grandes medios de noticias y opinión nos lavan el cerebro a fuerza de falsas noticias e insistencia y nosotros ni siquiera nos tomamos la molestia de leer o escuchar los pocos medios, generalmente pobres y perseguidos, que nos puedan brindar la otra opinión, al menos para ponernos a pensar y descubrir un poco, solo un poco, quien nos puede engañar y quien no.
Hay que estar atentos si queremos que las democracias sigan siendo el modo de gobierno elegido y que se respete la decisión de las urnas pues los poderosos ya no necesitan recurrir a los cuarteles para derrocar un gobierno, la nueva arma es más sutil, más acorde a los tiempos del gran avance de las ciencias y la tegnología, solo necesitan tres elementos básicos, unos parlamentarios afines, unos jueces corruptos, que son algo así como Judas pero con toga, que se los puede comprar con pocos millones (el dinero no es problema, ya se recuperará y con intereses) que se avengan a cumplir los designios y reclamos de los grandes medios de comunicación, que como es lógico ya vienen haciendo el trabajo previo de convencer a la ciudadania que es "necesario y vital para el futuro del país" derrocar a ese gobierno corrupto que votó la mayoría. El caso de Dilma en Brasil es el último grito de la moda.
Los ciudadanos tenemos el mal hábito de relajarnos, pero se nos olvida que la ambición no duerme y que la democracia es hermosa, pero débil.
José Trillo Aran
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