Dicen que perder la esperanza es aceptar la decadencia, sobrevivir bajo un cielo eternamente nublado, entregarse a la agonía de un porvenir sin cambios positivos, lo que vendría a ser como morirse lentamente. Cualquiera que haya estado medianamente informado sobre la política y la economía española de los últimos años, puede morirse en cuotas o..¡tirar la toalla! y convertirse en un antisocial o abrazar otra vía que lo aleje de la realidad social. Como hice yo durante unos días ya que necesitaba alejarme de la realidad española pues me estaba ahogando. Lo triste es volver a inmiscuirse y darse cuenta que a pesar de que hay millones de personas esperanzadas, la realidad las va a cachetear sin pedír permiso, ni disculpas.
Nada cambió en esta España mediocre y ni siquiera se visualiza una puñado de esperanzas a corto plazo. Con culpa o sin ella los españoles volvemos a poner nuestro destino en manos de un presidente de un partido corrupto, rodeado de unos cuantos cientos de corruptos (dije bien...¡cientos!... y tal vez me quede corto).
Nada cambiará en España, ni en la economía, ni en educación, ni en justicia, pues como dijo el propio Rajoy... "no cambiaremos lo que está funcionando bien", lo que nos augura nuevos recortes en servicios sociales para seguír deslizándonos hacía abajo, eso si, suavemente.
El aparente impulso de cambio no fue tal, ni necesario, al menos para los votantes del PP y de Ciudadanos que fueron junto a los medios de comunicación masivos y los poderes establecidos durante décadas un poder tan compacto que vencieron sin transpirar demasiado a los españoles que esperaban un cambio de gobierno y políticas.
España seguirá tal cual estuvo hasta hoy pues continua siendo un país donde la corrupción no pasa factura en las urnas, lo que da pocas esperanzas de lograr un país mas justo y confiable.
Como dice el dicho popular...¡es lo que hay! y parece que no preocupa mucho la deriva lógica a la que llevará esta conformidad, pues la corrupción "bien vista" es un cáncer que, se note o no, avanzará sin detenerse dañando aún más el cuerpo de un país enfermo. Hay que ser muy optimista para seguír creyendo en una mejoría.
José Trillo Aran
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