Opinión
Racismo en la calle, racismo en el fútbol
Alfredo Relaño.
Al del equipo contrario se le zahiere con lo que peor se le ve. Se le dice ‘gordo’, o ‘viejo’ o ‘calvo’, porque se entiende que para jugar al fútbol es peor serlo que no serlo. O si se le dice ‘cabrón’ es porque se entiende que ser ‘cabrón’, o sea, cornudo, es un baldón. Todo eso, y lo demás (lo de ‘maricón’, por ejemplo, que implica homofobia), está muy mal. Pero si al jugador negro le atacamos haciendo gritos de mono o tirándole un plátano estamos haciendo ver, inequívocamente, que merece desprecio por su piel, que le consideramos más mono que persona. Y eso es inequívocamente racismo. Y pasa mucho, mucho, mucho.
Pasa mucho y en todas partes y es absurdo no reconocerlo. En todas partes hay minorías no tan minoritarias que reflejan una pulsión de una sociedad que utiliza ‘judiada’ como traición, que dice ‘engañar como a un chino’, ‘trabajar como un negro’, que llama ‘moro’ al macho demasiado celoso, y ‘panchitos’ a los inmigrantes sudamericanos. O canta ‘el Retiro es español, no es un parque de Ecuador’. Nos queda mucho de eso aún. Y no, no es cosa del fútbol. Lo que le pasa al fútbol es que en él todo se televisa, por eso se ve más. Pero está en la calle, está, aún, en nosotros. Se llama racismo.
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