EL MUNDO › EUROPA SANCIONO A RUSIA, PERO SE QUEJA DE QUE ESTE COMERCIE CON PAISES LATINOAMERICANOS
El efecto búmeran del castigo a Moscú
A través de declaraciones filtradas por los medios occidentales, la Unión Europea hizo saber que no le parecía “leal” que los países de América latina se aprovecharan de la crisis entre Rusia y Occidente para venderle a Putin.
Por Eduardo Febbro
Página/12 En Francia
Desde ParísLa Unión Europea sufrió una indigestión. Bruselas activó el plan “retórica” para disuadir a los países de América latina (Argentina, Brasil, Chile, Perú y Ecuador) de que recuperaran los mercados que quedaron abiertos luego de que Rusia prohibiera la importación de frutas, legumbres, pescados, leche, carne de chancho y productos lácteos provenientes de Estados Unidos, la Unión Europea, Australia, Canadá y Noruega. A través de declaraciones filtradas por los medios occidentales, la UE hizo saber que no le parecía “leal” que los países latinoamericanos se aprovecharan de la crisis entre Rusia y Occidente para venderle a Vladimir Putin los mencionados productos. Una fuente de la UE dijo al Financial Times que el organismo europeo iba a “hablar con los países que, potencialmente, pueden suplantar las exportaciones a fin de indicarles que no se aprovecharan injustamente de la situación”.
Como ahora no le conviene, Europa parece de pronto descubrir la injusticia que ella misma promueve a todos los niveles en sus relaciones comerciales con el resto del mundo, empezando por las desestabilizantes subvenciones agrícolas con las cuales adultera la equidad de los mercados agrícolas mundiales. Las sanciones que Occidente adoptó contra Moscú luego de la anexión de Crimea por parte de Rusia y el respaldo que Rusia ofrece, a los separatistas del este de Ucrania han desembocado en una guerra comercial muy fuerte entre los bloques. Moscú respondió a las sanciones con el embargo agrícola e inmediatamente después entró en contacto con los países latinoamericanos capaces de sustituir los productos bajo embargo.
Los rusos fueron muy rápidos en su objetivo de contar, a partir de septiembre, con la posibilidad de importar las frutas, las legumbres, los pescados, la leche, la carne de chancho y lácteos que antes le compraban a la UE por un total de 11 mil millones de euros (según fuentes comunitarias, 5250 millones corresponden a los productos ahora vetados). Serguéi Dankvert, el director del Servicio de Inspección Agrícola y Ganadera ruso, se reunió en un primer momento con los embajadores de Brasil, Argentina, Chile, Ecuador y Uruguay. Luego, el Ejecutivo de Putin dio un paso mucho más concreto cuando decidió suprimir la prohibición sanitaria (vigente desde 2011) que pesaba sobre 89 compañías cárnicas de Brasil y 18 fábricas peruanas de tratamiento de pescado.
Fuera de la geografía latinoamericana, Turquía y Bielorrusia se metieron en la misma brecha. La Unión Europea dice que contempla iniciar “negociaciones” con los países latinoamericanos con fuerte potencial para reemplazar los productos europeos. Fuentes anónimas de la UE declararon a varios diarios que se trata de negociaciones “políticas”, cuyo objetivo consiste en “federar” el mayor número posible de países a fin de presionar a Rusia. El tema es, sin embargo, otro: los europeos temen perder el mercado ruso en un momento en que el renovado esquema de la Guerra Fría produce un significativo acercamiento entre Rusia y América latina. El momento más emblemático de esa relación recuperada fue en 2008, cuando las fuerzas navales de Rusia y Venezuela llevaron a cabo maniobras conjuntas en el Caribe. Rusia le vendió luego a Venezuela material militar por un total de 3000 millones de euros.
Eximio jugador del ajedrez internacional, el presidente ruso desplazó con ojo estratégico sus piezas al tablero latinoamericano. El ministro británico de Relaciones Exteriores, Philip Hammond, calificó a Putin de “paria” en Europa. En América latina, en cambio, el jefe de Estado ruso fue un actor de peso. Antes de que Putin viajara a Cuba en julio pasado, el Parlamento ruso aprobó una ley mediante la cual condonó 90 por ciento de la deuda que La Habana tenía con Moscú (35.000 millones de euros). De su escala en Nicaragua, el presidente ruso dejó una promesa: contribuir a la construcción de un gran canal interoceánico capaz de competir con el Canal de Panamá. Putin viajó luego a Buenos Aires, donde firmó acuerdos de cooperación energética, y después a Brasil para participar en Fortaleza en la cumbre de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Allí, estos países dieron un paso histórico cuando anunciaron la creación de un banco fuera del circuito occidental, el Banco de Desarrollo. La confrontación en Ucrania y su repercusión en las relaciones entre Rusia y las potencias de Occidente puso a América latina en el centro del juego. Europa tantea ahora la manera de sacar del medio a un socio múltiple que amenaza sus prerrogativas comerciales. La Unión Europea le vende a Rusia 10 por ciento de su producción agrícola. Sin embargo, ante la amenaza latinoamericana, Bruselas argumenta que no es oportuno tratar con un socio “poco confiable” como Moscú y que sería un error mayor que los países latinoamericanos “sacrificaran una relación económica ya extensa por beneficios a corto plazo”.
Doble lenguaje, doble geometría. La Unión Europea y los países que la componen sacan la biblia de los valores según les conviene. Por ejemplo, a pesar de las múltiples sanciones y amenazas proferidas contra Moscú por Occidente, Francia no renunció a venderle y entregarle a Rusia dos navíos portahelicópteros Mistral por un valor de mil millones de euros. Los regateos y advertencias de la UE no amedrentaron a los actores institucionales o privados. En Brasil, Ricardo Santin, presidente de la sección aves de la Asociación Brasileña de Proteínas Animales (ABPA), ve claramente una “oportunidad para aumentar sus exportaciones hacia Rusia”. Entre enero y junio pasado, Brasil exportó a Rusia 563 millones de dólares en carne bovina. El comercio bilateral entre Brasilia y Moscú representó 3000 millones de dólares en el mismo período. El secretario de la Política Agrícola Brasileña, Seneri Paludo, calificó de “revolución” las posibilidades que abre el embargo ruso. En la Argentina, el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, dejó claro que “Argentina generará las condiciones para que el sector privado, con el impulso del Estado, pueda incrementar las exportaciones y satisfacer la demanda del mercado ruso”. Según un informe publicado por la Cámara Argentino-Rusa, el año pasado el comercio entre ambos países creció en un 30 por ciento: pasó de 1980 millones de dólares en 2012 a 2627 millones en 2013. En el frente del Pacífico, Chile, Perú y Ecuador están en la misma línea. Chile con el salmón (antes venía de Noruega), las manzanas, las peras y las uvas (Polonia, Francia, Italia), Ecuador con las frutas y flores cortadas (Holanda) y Perú con el pescado, la nueva Guerra Fría puede dar lugar a una modificación del geocomercio.
Para tener una idea cifrada de las necesidades rusas, entre enero y mayo de 2014 Rusia importó productos agroalimentarios por un valor de casi 17.000 millones de dólares. Los cínicos de Europa claman ahora por un poco más de lealtad. Xavier Beulin, presidente de la megasubvencionada FNSA (Federación Nacional de Sindicatos de explotaciones agrícolas), salió a denunciar el “oportunismo” de los productores de Brasil y la Argentina. Los portavoces de la UE protestaron a su vez por el hecho de que haya “gobiernos” detrás de los productores privados. El argumento es de una hipocresía continental. Los 28 gobiernos de la UE están, de manera directa o a través de Bruselas, detrás de todos los grandes contratos que se firman en el mundo. Las monstruosas subvenciones agrícolas y sus 373 mil millones de euros distribuidos entre los 13 millones de agricultores de la UE son una prueba más que evidente. En el viaje que realizó en julio pasado a la región, Putin dijo que América latina se estaba convirtiendo “en una parte importante del mundo policéntrico emergente”. Occidente hará todo lo posible para reducir el policentrismo y atrasar las agujas del reloj mundial a los tiempos de la dominación colonial.
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