La pequeña Palestina de Uruguay
La localidad de Chuy, en la frontera con Brasil, se ha convertido en refugio para comerciantes
Podría ser el destino para los seis presos de Guantánamo que llegarán al país
Magdalena Martínez
Chuy (Uruguay) 25 AGO
2014 - 22:10 CEST22
En la frontera de Uruguay con Brasil hay una pequeña
localidad llamada Chuy, donde ha encontrado refugio una comunidad de inmigrantes
palestinos. Este colectivo, cuyo número es difícil de calcular —aunque se estima
en 500 personas— regenta comercios y cuenta con instalaciones propias como un
club social y una mezquita. El presidente uruguayo, José Mujica, refugiará a seis presos de Guantánamo —cuatro
sirios, un palestino y un jordano— tras un acuerdo con su homólogo
estadounidense, Barack Obama, y es probable que estos vivan en Chuy. La fecha
precisa del traslado no se conoce.
La pequeña ciudad se encuentra a 340 kilómetros de Montevideo, en el
departamento costero de Rocha. La localidad consiste básicamente en una ancha
avenida polvorienta llena de tiendas libres de impuestos. Un lado de la avenida
pertenece a Uruguay, el otro a Brasil. Así que para cruzar de un país a otro,
basta con recorrer los escasos 12 metros que separan una acera de la otra.
En el lado uruguayo viven unas 14.000 personas, y en la
zona brasileña, unas 6.200. Es en este lado de la calle es donde se encuentra la
mayoría de los comercios palestinos, tiendas enormes atiborradas de las más
variopintas mercancías. Sus propietarios se sientan en la calle para discutir el
tema de actualidad. Conversan en árabe, aunque también hablan una mezcla de
español y portugués, y beben mate, la bebida típica de Uruguay.
Fahed Ahmad es propietario de un enorme bazar de ropa y
calzado. Nació en Cisjordania, pero lleva 25 años en Chuy. “No tengo pasaporte,
no puedo regresar”, es lo primero que dice cuando habla de sus orígenes. Tanto
él como sus hijos tienen nacionalidad brasileña, y su vida ha quedado para
siempre instalada en una frontera.
La situación de otros habitantes de la zona es similar,
como la de Esmat Omar, quien se dice “nacido y criado en Jerusalén”, pero con
pasaporte brasileño y jordano. Su familia es dueña del Supermercado Londres y de
la tienda de ropa interior Freetime. Muchos desconfían de la prensa y evitan
hablar del
conflicto en Gaza o de la llegada de los presos de Guantánamo a Uruguay.
El viaje de los seis de Guantánamo al lado uruguayo de la
llamada “frontera seca” con Brasil es una posibilidad. Roberto Mantiel,
responsable local del Ministerio de Integración Social uruguayo, piensa que
“sería uno de los lugares donde se sentirían más cómodos” y añade que, en caso
de ser consultados, “ellos optarían por eso”. Según testigos presentes en una
reunión entre representantes palestinos y el ministro de Exteriores uruguayo,
Luis Almagro, los comerciantes palestinos ofrecieron ayuda y empleos a los
expresos de la base estadounidense.
Hace unos meses llegó una familia huyendo del conflicto en
Libia, nadie sabe muy bien por qué medios. El Gobierno uruguayo les brindó apoyo
hasta que el padre consiguió trabajo en uno de los comercios de Chuy. La ONG
Servicio Ecuménico para la Dignidad Humana, que trabaja con la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) en Chuy, se ha
ocupado de varios casos como este. La organización declina hacer cualquier
comentario sobre la situación en la frontera o sobre la llegada de otros refugiados, incluyendo los de Guantánamo.
“No podemos decir nada, está prohibido por la ley uruguaya, que exige
confidencialidad”, contesta por teléfono una persona de la ONG.
Nadie sabe a ciencia cierta cómo se fundó la comunidad
palestina de Chuy, pero algunos evocan la llegada del primer inmigrante en 1955.
El boca a boca hizo el resto. Jamil Klait, estudiante universitario de 23 años,
es hijo de un libanés y una uruguaya y forma parte de la tercera generación de
inmigrantes en Chuy. Saluda en árabe a los vecinos con los que se va cruzando en
la calle, aunque no domina totalmente el idioma. “La solidaridad es la marca de
Chuy”, dice, donde hay “mucho intercambio cultural, una verdadera mezcla”. El
enriquecimiento social es una realidad gracias a los acuerdos de frontera entre
Brasil y Uruguay, que han establecido una especie de salvoconducto para moverse
y trabajar libremente dentro de un radio de unos 20 kilómetros.
Mustafá Salim tiene un puesto de gafas de sol y lleva 30
años en el Chuy. Nació en Haifa (Israel), tiene dos hijas abogadas en Uruguay y
piensa que nunca volverá a su lugar de origen, aunque acepta sentir nostalgia.
Aplaude la decisión del presidente uruguayo José Mujica de traer a los
presos de Guantánamo, pero se interroga: “¿Por qué no vuelven a su propio
país?”.
El Gobierno uruguayo ha dejado claro que, una vez en su
territorio, los presos de Guantánamo tendrán estatuto de refugiados —es
decir, podrán moverse libremente—. El presidente José Mujica, quien fue preso
político por 15 años durante la dictadura uruguaya, ha afirmado que su principal
razón para colaborar con la administración de Obama es humanitaria. En
Guantánamo quedan todavía 149 reclusos, de los cuales 78 son considerados como
no peligrosos y siguen pendientes de ser trasladados a otros países.
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