jueves, 11 de septiembre de 2014

Leer...por pasar el rato.


extracto de mi próxima novela.....
 

                                               

 

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La niebla la cubre todo, el barranco, las montañas, la casa del vecino, apenas si un gris oscuro me indica que allá están los cinco eucaliptos y lo sé porque los veo cada mañana, solo por eso, porque hoy todo es blanco y quietud. Tiempo extraño para esta época del año.

Intento resistirme a la tentación de beber mis tres cafés de cada mañana, porque dicen que es malo cuando uno amanece con "retorcijones" y truenos intestinales que anuncian tormenta, y que como mí triperío es de fiar, y no  como los políticos que anuncian y no cumplen, tuve que salir por patas al baño, para no verme en esa vergonzosa situación, agravada por causas de la edad, porque si un niño se hace encima se lo entiende y se lo consuela, si le sucede a un joven, se convierte en una anécdota graciosa, pero si un viejo como yo, pasa por esa situación lo menos que escucha es que “está decrépito”, y nuestros seres queridos ya se ponen molestos insistiendo para que vaya al intestinólogo.

“Porque no es normal…algo te pasa”, dirá ella. Porque querer me quiere, pero tiene una gran necesidad de protegerse y vengarse, si vengarse, porque vive dándome consejos protectores a los que no les presto ninguna atención y para ella sería un alivio poder decir… “¡te lo dije!”

 “Vete al médico que tienes tiempo”, dirá mi hijo. Que a mí me suena a…“estás al pedo todo el día”, cosa que comprendo porque él vive escaso de tiempo y tiene que darle salida a su envidia.

“A mi abuelo le pasó y a los tres meses se…” dirá mi nuera que me quiere mucho.

 El caso es que los viejos somos descarte, una molestia, un mueble viejo al que no se le encuentra un lugar… pero, no es así, los viejos tenemos muchas cosas por las cuales vale la pena vivir y muchos secretos por los que disfrutar y a menos que cumplas esa regla que dice que “el gilipollas es un gilipollas igual por muchos años que viva”, algo aprendimos, aunque algunos siguen igual, son los mismos pero más viejos, o peor, porque en la vejez todos los defectos se acrecientan.

La vejez es esa etapa donde uno ya sabe y acepta que al no haber tiempo de prórroga, uno debe aprovechar el partido, por eso aprendemos a dejar de lado lo banal y nos centramos en lo importante, podemos separar el trigo de la paja y el ruido de las nueces, lo que nos permite una libertad casi sin límites, otra de las ventajas de la vejez es que ya no tenemos que demostrar nada y a menos que seas un tonto sin remedio, eso te alivia el recorrido.

Y me remito a un pequeño ejemplo que todos y todas deseamos y expresamos alguna vez en nuestra plenitud de vida y de lucha ¡Qué ganas de rascarme los güevos! (o en su versión femenina) ¡y no lo hicimos!, algo tan sencillo, elemental, sustancioso, placentero ¿y nos privamos de ello?, pues bien, ahora que soy un jubilado me los rasco a placer, en casa, en el correo, en la plaza, en la cola de la caja en el supermercado, donde me nazca rascarme, ahí estoy yo…¡que placer!. Y no es por falta de baño, ni por insectos invasores, ni por estar paspado, ni por pústulas, no, no por nada, de puro placer nomás, y más me rasco y más disfruto con la cara de espantadas señoras, de sonrientes jóvenes, de señores respetables y tiesos que me miran con asco y una envidia… ¡Qué te cagas!

La vejez hay que aprovecharla, es la última oportunidad de darnos todos los gustos y no dejar nada pendiente para el más allá. Y consciente de ello hace unos días me di un gustazo, era una fantasía que tenía archivada desde la niñez, porque siempre fui muy creativo, aunque mi abuela que era una gallega dura, tiesa, de rosario y misa, me catalogó de “loquiño”, y como suele suceder ese mote me quedó para siempre, porque si algo tienen las familias tradicionales es lo de los motes de por vida. El caso es que yo estaba rascándome y pensando que la tarde pintaba para aburrida al cuadrado y que la podía perder, y entonces razoné, “no es bueno perder una tarde calurosa, “tarde que se pierde tarde que no regresa”, eso me dio el valor que me faltaba, eso y el saber que sería recordado en este pueblo pacato y antiguo.

Conocedor de tantos años de mi cuerpo y sus reacciones, le di alas a la primera parte de mi plan, comí doscientos gramos de queso gruyere con una salsa de ajo y unos minutos después me encaminé a la plaza con pasos ligeros y juveniles, apurado por una inminente necesidad. Vislumbré la fuente con sus chorros de agua rítmica que tentaban con su frescor. Entré con mucho cuidado en la fuente porque el piso estaba lleno de musgo resbaladizo y traicionero, el agua me llegaba a las rodillas, disfruté unos momentos de la mirada de extrañeza que causaba a las personas que llenaban los bancos a la sombra de los plátanos, o a los que dormitaban o se llenaban y entremezclaban en caricias, sobre el césped bajo los tilos.

Entonces me deje llevar por mi momento de gloria y fui a más, me bajé mis pantalones y mis calzoncillos a cuadros, mis boxers a cuadros, como dice mi hijo que se llama ahora a los calzoncillos de toda la vida, el caso es que me incliné y dejé que mis protuberantes nalgas penetraran en el frescor.

Fue un alivio indescriptible, las burbujas me acariciaban el ojo oculto por el pudor y las buenas costumbres, eran caricias juguetonas y hasta risueñas que cosquilleaban mis intimidades ovaladas. Algunos empezaron a aplaudir, otros a protestar con abucheos, otros menos considerados me atacaban con insultos y como me enteré después, no faltó la vieja beata que llamó a la policía.

Aunque este no fue el problema mayor, lo duro fue soportar las críticas, la denuncia y el juicio al que me vi sometido por los ecologistas de “Pájaros sin Fronteras”. La acusación fue por matar a seis gorriones y tres palomas con gases tóxicos. Pero gané el juicio, por que no había arma homicida.

Debo confesar que todo lo que sucedido me gustó, y esto fue un gran problema para mí, mi esposa no entendió esa desesperada necesidad de echarme unos cuescos en la fuente. Todas las personas deberíamos hacerlo de vez en cuando. Esa fue la primera vez que la internaron de urgencia............................................................................................

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