Futuros Truncados
La noche era acogedora, cálida y con unas ráfagas de aire fresco, más que ráfagas eran briznas que acariciaban. Desde mi ventana disfrutaba la visión de miles de luces sobre la ladera oscura de la montaña, algunas titilantes, tal vez por mi vista cansada. Luces que representan hogares, donde habitan gente como yo, tal vez diferentes, pero como yo. La ladera oscura e iluminada quería competir con las estrellas del cielo limpio, no podía, pero lo intentaba.
Disfrutaba de esa visión y mientras tanto recapacité que era una persona feliz, que tuve suerte, que conocí el amor, que fuí amado y que amé, e incluso los dos tiempos verbales a la vez, que tuve fracasos pequeños y aciertos que me recuerdo cuando estoy tristón o cansado, o vencido por los años que comienzan a pesar. Pensaba en todas las mujeres de mi vida, y en está compañera que es el compendio de todas ellas.
Pensaba en mis hijos y me sientí a gusto, orgulloso, pues cada uno a su estilo, cada uno en su mundo, son gente valiosa, y sonreí pensando, "valió la pena". Entonces la explosión sacudió los cristales de la ventana y yo apreté la copa de vino blanco y doblé en dos partes el cigarrillo.
"¿Qué fue eso?".
Entonces volvió a sacudirse todo, el piso, los vidrios, la copa, y yo. Entonces ví la explosión con su desesperada furia naranja en busca del cielo y que todo quedaba por unos segundos vacío de sonidos y lleno de interrogantes, que es el peor de los silencios.
Luego ví las llamas que crecían allá cerca de la casa de Mohamed, porque creo que por ahí esta la casa de él, "sino es ahí está muy cerca". Me dije. Sentí miedo y un temblor difícil de controlar me ganó por goleada, era un descarado temblor que no pude controlar. Entonces comprendí que la primer explosión era un avión que rompía la barrera del sonido y que la segunda era una bomba. Intenté serenarme para llamar a mi valentía y entonces la encontré en una frase cuando dejé de pensar en mi. "Total... ya viví tanto".
Todo sucedió tan rápido que el cerebro no tuvo tiempo para explicarlo al instante.
"¡Maldito seas cobarde!" dije al imaginar al piloto apretando el botón.
¡Miserables... inhumanos! grité al pensar en los políticos que habían dado la orden.
¡Malditos sean ahora y siempre!.
Como ya no pensaba en mi, me convertí en furia.
¡Malditos! ¡Miserables! grité al cielo buscando a Dios para pedirle explicaciones, pero no estaba, Dios nunca está en las zonas de guerra.
Pensé en los niños de Mohamed, en los de sus vecinos, en la barriga ostentosa, exuberante de vida que lucía orgullosa la joven Sara, en cuerpos mutilados, quemados, en mentes traumadas para siempre, en los olvidos aliviadores que nunca les llegará, en presentes detenidos y en futuros truncados y hechos mierda en un instante y para siempre.
Pensé que en cuanto llegara mi hijo lo iba a abrazar muy fuerte, que le miraría con toda la fuerza de mi memoria para guardar para siempre su imagen completa y sana.
"A a menos que haya algún atasco, a esta hora suele estar llegando, por allá, por la carretera".
Entonces volvieron a temblar los cristales, una vez y otra vez. La copa que descansaba sobre el alféizar se desgajó en pedazos, se cortó la luz y todo fue quietud y vacío. Entonces, fui consciente que había visto como se quebraba el puente y parte de la carretera, y trozos de autos que giraban sin control y otros que caían al fondo del barranco, como los eucaliptos se sacudieron y sus hojas se esparcieron como plumas rotas de pájaros vegetales, desnudos de nidos. Trinos mudos que no amanecerán mañana. Trinos que mutan en sirenas, luces apuradas e intermitentes, que intentan llegar para salvar lo que queda.
Y así me quedé, con un miedo jamás conocido, aterrorizado, mas bien, sino sintiera ese miedo diría que estoy muerto, por eso lo sé, no estoy muerto, ellos no pueden preguntarse.
"¿Y mi hijo por qué no llegó todavía?".
José Trillo Aran.
Dedicado a las víctimas civiles de cualquier lugar.
Un cuento corto, desgarrador, completamente real y extraordinariamente bien escrito.
ResponderEliminarGracias Mikel.Después de leer tu artículo, dije ¡es muy bueno!, y luego me pregunté ¿y ahora que voy a escribir para que no desentone? Entonces me inventé el cuento, no me quedaba otra. En cuanto tome fuerzas, vuelvo con mis artículos.
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