lunes, 18 de septiembre de 2017

¿A donde va el alma?.

Esta pregunta no tiene respuesta para los ateos y los agnósticos, tal vez por eso tantos miles millones de humanos no lo sean. Es duro aceptar que tal vez no vaya a ningún lado que no sea aquí mismo y que ese maravilloso "yo" que tanto amamos se convierta quizás en una parte más, sin identificación posible, de la energía que nos rodea. Es duro porque podemos pensar que nuestra alma no es más ni es menos que el alma de un pájaro, o de un ratón de campo. Es duro porque nuestro egocentrismo nos hace pensar que somos algo único, e incluso personales e irrepetibles, es duro porque es difícil de aceptar que no somos mas que eso. Es duro imaginar que nuestro "yo", al que creemos tan maravilloso se convierta de pronto en una partícula de luz o de sombras y ese ser al que tanto amamos pasa a ser nada, una nada tan nada que nunca se podrá distinguir de otras almas de luz o de sombras. Aceptamos de buen grado que nuestra voz, agradable al oído, o no, se pierda en ese infinito porque le damos valor a las palabras y no a las vibraciones que la componen, como tampoco nos ponemos a pensar donde van los trinos de los pájaros o damos por lógico que el cuerpo de ese pájaro cantor, con el tiempo, se convierta en tierra. El concepto de la definición de alma, da para muchos debates, sin embargo a mi me gusta pensar que mi alma soy yo y ese yo mismo está contenido en un envase biodegradable con fecha de caducidad, con fecha de caducidad como envase, pero no como energía que colabora con el sosten de la energía universal... a mi me alcanza y me sobra con eso. Es duro aceptar que un ser humano tenga el mismo final que una retama, una hoja de eucalipto, una lechuga, o una párticula difusura de la luz, pero la retama le pone color al monte, el eucalipto le da respiro a los pulmones, la lechuga alimento y la luz mostrará maravillosos amaneceres, todos ellos y mi alma, y la de mis antepasados y los antepasados de todos, cada uno desde el lugar en que esté momentaneamente reencarnado, le da vida a la vida. Es duro entender que no necesitamos a Dios, ni a un cielo, si uno no valora cada modo de vida. Es duro aceptar que nuestra amada caja biodegradable será parte de la materia básica y un fertilizante natural para un nuevo vegetal, nos cuesta aceptarlo aunque ya hemos aprendido que lo venimos haciendo desde el mismo momento que se nos cae el pelo, o perdemos dientes, o desparramamos células muertas de nuestra piel. Todos los días la vida nos va transformando y enseñándonos el futuro. Es duro para algunas personas, pero no para mi, yo ya me siento muy bien viviendo este tiempo de energía agrupada y contenida en el envase, que algo mustio y quejumbroso me sigue llevando un tiempo más. A mi me alcanza y me doy por bien pagado.
José Trillo Arán.

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