TV Globo, la cadena de televisión más poderosa de Brasil, envió un
helicóptero a espiar el entrenamiento de Chile, ayer por la mañana. Las
prácticas de Chile, celebradas a puertas cerradas durante todo el campeonato
bajo la supervisión del elusivo seleccionador Jorge Sampaoli, nunca habían sido
desentrañadas cuando la sesión se interrumpió violentamente con la aparición del
aparato sobre el campo de trabajo en el complejo de Toca da Raposa, en Pampulha.
El técnico interrumpió el simulacro inmediatamente en medio de un revuelo que
acabó con la federación chilena elevando una queja formal a la red Globo por
espionaje.
“Lo del helicóptero no llegó a mayores”, dijo Mauricio Isla, el lateral chileno. “El que más se asustó un poco fue el entrenador porque estaba trabajando la táctica y no quería que el equipo rival supiera cómo vamos a plantear el partido. Nosotros queríamos pegarle al helicóptero con la pelota pero no llegábamos”.
El partido que disputará mañana la selección de Chile contra Brasil en el estadio Mineirão será el más dramático de los octavos de final. El seleccionador brasileño, Luiz Felipe Scolari, admitió que el equipo trasandino es el último que quería enfrentar. Globo no es parte indiferente del duelo. El conglomerado mediático, socio fundamental de la Confederación Brasileña de Fútbol, se juega mucho en la Copa del Mundo. Con una media de más de 90 millones de espectadores diarios, posee los derechos de retransmisión de los partidos, estimados en más de 300 millones de euros. El gasto requiere una amortización condicionada al torrente de publicidad inherente a la permanencia de la selección anfitriona en el campeonato. Hasta la estabilidad política del país, pendiente del enfriamiento de la tensión social en las calles, parece depender de los buenos resultados del equipo de Brasil. El partido contra Chile, por tanto, no es solo un partido de fútbol.
La desproporción histórica entre las selecciones de Chile y Brasil carga la presión sobre los poderosos. Los futbolistas chilenos, como Alexis Sánchez, se muestran inusualmente retadores. “Vamos a ganar el partido”, dijo el atacante del Barcelona. “Vinimos al Mundial a hacer historia. Ganamos al campeón del Mundo, tuvimos un tropiezo con Holanda pero nos sirvió para mejorar los errores que tuvimos. Esperamos ganar este Mundial”.
“El chileno”, prosiguió Sánchez, “no se ha tenido fe con las grandes potencias mundiales. Tenemos que tener mentalidad de ganadores, como Arturon Vidal, o Gary Medel. Tenemos que ir al frente. Lo mismo debe hacer Mauricio Isla, que es uno de los mejores laterales del mundo pero él no se lo cree nunca”.
Sánchez se dirigió a su compañero, sentado a su lado en la conferencia de prensa. “Yo siempre le digo, ‘créetelo huevón que eres uno de los mejores del mundo’. Y él dice: ‘Sí, sí, sí…’. Pero no se lo cree. Y si no se lo cree él ¿Quién se lo cree? Estamos para grandes cosas. Pero a veces hay que creerse el cuento”.
“Lo del helicóptero no llegó a mayores”, dijo Mauricio Isla, el lateral chileno. “El que más se asustó un poco fue el entrenador porque estaba trabajando la táctica y no quería que el equipo rival supiera cómo vamos a plantear el partido. Nosotros queríamos pegarle al helicóptero con la pelota pero no llegábamos”.
El partido que disputará mañana la selección de Chile contra Brasil en el estadio Mineirão será el más dramático de los octavos de final. El seleccionador brasileño, Luiz Felipe Scolari, admitió que el equipo trasandino es el último que quería enfrentar. Globo no es parte indiferente del duelo. El conglomerado mediático, socio fundamental de la Confederación Brasileña de Fútbol, se juega mucho en la Copa del Mundo. Con una media de más de 90 millones de espectadores diarios, posee los derechos de retransmisión de los partidos, estimados en más de 300 millones de euros. El gasto requiere una amortización condicionada al torrente de publicidad inherente a la permanencia de la selección anfitriona en el campeonato. Hasta la estabilidad política del país, pendiente del enfriamiento de la tensión social en las calles, parece depender de los buenos resultados del equipo de Brasil. El partido contra Chile, por tanto, no es solo un partido de fútbol.
La desproporción histórica entre las selecciones de Chile y Brasil carga la presión sobre los poderosos. Los futbolistas chilenos, como Alexis Sánchez, se muestran inusualmente retadores. “Vamos a ganar el partido”, dijo el atacante del Barcelona. “Vinimos al Mundial a hacer historia. Ganamos al campeón del Mundo, tuvimos un tropiezo con Holanda pero nos sirvió para mejorar los errores que tuvimos. Esperamos ganar este Mundial”.
“El chileno”, prosiguió Sánchez, “no se ha tenido fe con las grandes potencias mundiales. Tenemos que tener mentalidad de ganadores, como Arturon Vidal, o Gary Medel. Tenemos que ir al frente. Lo mismo debe hacer Mauricio Isla, que es uno de los mejores laterales del mundo pero él no se lo cree nunca”.
Sánchez se dirigió a su compañero, sentado a su lado en la conferencia de prensa. “Yo siempre le digo, ‘créetelo huevón que eres uno de los mejores del mundo’. Y él dice: ‘Sí, sí, sí…’. Pero no se lo cree. Y si no se lo cree él ¿Quién se lo cree? Estamos para grandes cosas. Pero a veces hay que creerse el cuento”.
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