domingo, 27 de julio de 2014

Regamos una piedra y esperamos que florezca.


   Suele suceder muy a menudo, es algo cotidiano, poco perceptible aunque penetre en el alma con el helado cosquilleo de una cuchillada que te hace temblar de pies a cabeza. Es que hay personas destinadas a dar y dar y siempre dar y que no pueden comprender que quizás esa entrega, no tenga retorno por parte de los seres queridos que son prioridad en sus sentimientos. Tal vez es que hemos basado nuestra educación en la familia, nos creímos de verdad que esos seres humanos son nuestros, "sangre de mi sangre", una continuación de nosotros, un modo de perpetuarnos, ¡tantas cosas!. Con regularidad agotadora regamos las vidas de nuestros hijos como si tratara de una planta endeble que sin nuestra constancia no podría sobrevivir. Y claro, después vienen las desilusiones, nuestros hijos pueden ser tan egoístas que nos olvidan, nuestros hijos pueden ser tan corruptos como cualquier hijo de vecino, nuestros hijos nos pueden olvidar en un rincón cuando mas lo necesitamos, o que nos cambian por unas monedas, o que no nos visitan porque estamos lejos, o porque les rompe el plan de ahorros para comprar una casa o cambiar el auto, y al final duele tanto reconocer que el empeño por insuflarles valores de solidaridad o cercanía, de ayuda mutua y cooperación familiar, duele tanto reconocer que fue un fracaso,  una pérdida de tiempo, un error, una ilusión, como si regáramos una piedra y esperáramos que florezca, que entonces, para no sentirnos tan miserables nos protegemos pensando que todo el mundo es así, que nuestros hijos o seres queridos no son diferentes al resto, que son parte de la condición humana, unas víctimas inocentes de la realidad.
Hasta que aparece un vecino o una persona extraña que sin tener porque, nos da una mano, nos hace sentir que hicimos las cosas bien, o que al menos dimos lo mejor que teníamos o podíamos, que somos valiosos, que podemos contar con ellos y que no esperan nada a cambio. Entonces, reconocemos con un gran dolor que la familia no es el sostén de la sociedad que creíamos construir.

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