Cualquier persona que se precie de ser, y no solo parecer, debe gozar y sufrir las consecuencias de su libertad de decidir, sin decisiones propias no se es otra cosa que un útil, una herramienta de uso, un peón destinado al sacrificio en el tablero de lo establecido, carne de cañón, un número de documento, quien no tiene la soberanía de la decisión, simplemente no es.
Lo mismo podríamos decir de un país que requiere de algunas bases de libertad de decisiones propias para tener una identidad que lo diferencie de los demás.
Cuando somos niños estamos en un tramo de formación y debilidad que nos lleva al inevitable papel de obedecer, casi ciegamente, a nuestros padres, maestros y profesores y todos los que se supone nos ayudan a crecer, y digo casi ciegamente porque solemos encontrar niños y jóvenes rebeldes a los que solemos denostar, y quizás sean brillantes avanzados que saben que algo anda mal, que se rebelan sin saber muy bien porque. Las personas solemos alcanzar la madurez, no por la edad biológica, sino cuando decidimos nuestra vida, guste o no guste a los demás, esto suele suceder porque ya nos hicimos preguntas incorrectas socialmente, cuando revisamos la educación recibida y cuando ya hemos comenzado a convertirnos en autodidactas personales, una auto-educación que una vez comenzada ya no tiene fin.
Los países como las personas deben revisar su pasado, para encarar un futuro mejor para los ciudadanos de hoy y de las próximas generaciones. Aunque la lucha por un futuro mejor nos amargue un presente de más luchas que placeres, pero es nuestro destino de todos modos, luchar siempre por un futuro mejor, porque el que no lucha ya está muerto y vencido por mas que respire y gaste sus días por muchos años. El mundo está lleno de muertos vivientes y de muertos que siguen vivos.
Un país que no es soberano de sus decisiones, que calla ante las injusticias, que ve como otros deciden su futuro, que se entrega mansamente al poder económico, político o militar. No es un país, es un niño, o un muerto viviente que se arrastra por los años de su historia gris y plana.
En ese niño obediente y sufrido se ha convertido España, y somo muchos, cada vez más, los que queremos y soñamos con una España, que no se deje llevar mansamente por las ordenes injustas, por los privilegios exclusivos para unos si y otros no, por los designios de una UE que nos dice como y cuando comer, como y cuando y con cuanto debemos disponer para cuidar de nuestros viejos o de nuestros enfermos. No me gusta esta España aniñada, que se dejar llevar de la mano y que acepta por parte de la OTAN el dictado obligatorio de quienes deben ser nuestros enemigos o conque amiguitos podemos jugar un rato en la plaza.
No lo sé, tal vez esté equivocado, pero...así lo veo yo.
José Trillo Aran.
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