Fin de mi retiro etílico-gastronómico acorde a las fiestas, y a mi manera, encontré la paz en la hamaca, la música a través de mis cascos nuevos (que me trajo el gordo ese que se viste llamativo y ridículo, con un conjunto rojo, como su nariz de consumidor de vodka.) y en el adormecedor tintineo del hielo en la copa, es mi modo espiritual de encontrar la paz navideña y de hacer un balance del año.
Pero no se mal interprete, soy un tipo que se considera inteligente y más o menos controlado, por lo tanto, disfruto de todo, pero sin pasarme de listo, porque a mis años, siempre acechan invisibles asesinos como el colesterol, el azúcar y otros asociados pandilleros, y yo me propuse ponérselo difícil a esos cabrones.
Debo reconocer que extrañaba esto de escribir en el blog y creo que vuelvo con muchas ganas, que era la idea de este alejamiento, descansar y limpiar el disco de duro, sacarme un poco las broncas acumuladas de tanto informarme, juntar mis activos tóxicos en un banco malo y comenzar otra vez imaginando que lo hago de cero, como piensa hacer España, los bancos volverán a estar limpios para reiniciarse en su actividad y borrón y cuenta nueva...¡y la gente sin verlo!, y algunos sin enterarse que la mierda está escondida, pero está, y a cuenta de todos nosotros, que la tendremos que limpiar durante muchos años, (y ya me estoy cabreando otra vez) lo único bueno de todo esto es que muchos no saben nada de este asunto, que vaya a saber sino es mejor para vivir un poco menos preocupados...¡quizás sea lo mejor! Los atontados tienen más posibilidades de ser felices.
En este momento me acuerdo de un tonto que vivía allá en Valentín Alsina, un barrio del conurbano bonaerense, era por los años sesenta, cuando todavía había repartos de soda a domicilio, que se envasaba en aquellos viejos sifones de vidrio y con el grifo en la parte de arriba, (todavía existen en Inglaterra) los "soderos" de aquellos tiempos tenían aún carros tirados por caballos, que se guardaban al final del día en las cuadras, que en este caso, estaba pegada al lado de la casa familiar. Eran tres hermanos, de los cuales el menor, era tonto en un grado elevado, los otros dos, eran soderos, aunque don Manuel no estaría de acuerdo con esto que escribo, pues el decía "Carlitos no es tonto, los tontos son los que trabajan". Los soderos tenían dos carros y tres caballos, para permitir que un animal fuera descansando, para Carlitos está rotación era una cuenta muy complicada, demasiado para él, pero eso no le influyó para levantarse todas las mañanas a la misma hora que sus hermanos y esperarlos en la puerta de la cuadra y al verlos salir, saltar de alegría gritando ¡otro caballo!...¡ un caballo nuevo!...¡otro caballo!, Carlitos era feliz porque siempre había un caballo nuevo, el caballo que había descansado el día anterior, para el pobre era un caballo nuevo, y era feliz cada mañana, menos los domingos que andaba desorientado y de mal humor, cosa que también le sucedía cuando los chicos, le decíamos, que no era cierto, que no era un caballo nuevo, que estaba descansando, que era un caballo que ya tenían, el pobre se enojaba mucho, y con la típica maldad de los niños...le decíamos que era tonto...un burro que no sabía nada, entonces Carlitos nos intentaba pegar y corría destartalado por su falta de coordinación gritando ¡es otro caballo!... ¡uno nuevo!...¡es otro caballo!. A veces no interesa la verdad, lo importante es ser feliz, nosotros podemos gritar que el banco malo...¡es otro banco!...¡es ¡un banco nuevo!...¡otro banco!. Total, en mayor o menor medida..todos somos unos Carlitos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario