“El Corte Inglés y Mango deberían ser juzgados en España
por lo ocurrido en Bangladesh”
“El poder político se podría plantar ante las multinacionales, pero no lo
hace porque está tomado por ellas”.
“Las empresas transnacionales se lavan la cara invirtiendo en publicidad y dotándose de normas de conducta que resultan ineficaces”.
“Las empresas transnacionales se lavan la cara invirtiendo en publicidad y dotándose de normas de conducta que resultan ineficaces”.
- Vitoria-Gasteiz
¿Qué
es una empresa transnacional? ¿Qué papel juegan los ‘lobbies’ o la diplomacia
económica? ¿Qué resistencia se puede ejercer frente al poder que despliegan las
multinacionales? Para dar respuesta a este tipo de preguntas el profesor de
Derecho del Trabajo de la Universidad del País Vasco, Juan Hernández, que ha
comparecido para dar su visión en la Comisión de Derechos Humanos del
Parlamento, ha publicado el ‘Diccionario crítico de empresas transnacionales’
junto a Erika González y Pedro Ramiro. El libro recoge desde una perspectiva
crítica las reflexiones de diferentes profesores procedentes de la universidad,
miembros de ONG, organizaciones sindicales y movimientos sociales acerca de las
empresas transnacionales. Hernández aboga por implantar medios de control para
enfrentar el poder de las grandes corporaciones y que catástrofes como el
derrumbe de un edificio de talleres textiles en Bangladesh, que ya ha matado a
más un millar de personas que intentaban ganarse la vida, tenga consecuencias
penales para los directivos de las multinacionales que encargaban allí la
ropa.
Pregunta. ¿Cómo se
puede controlar a las empresas transnacionales?
Respuesta. Es
complicado porque la responsabilidad de la empresa transnacional se sostiene
sobre el estado donde invierte, comercia o compra. Por ejemplo, Mango y El Corte
Inglés van a Bangladesh y solo responden ante ese gobierno. La arquitectura
jurídica está pensada para que cumplan la legislación de Bangladesh y punto. Y
en el caso de ese país, la legislación laboral está sometida a un modelo
neoliberal brutal. Es decir, los trabajadores tienen unas condiciones laborales
en cuanto a salario, descanso…. propias de la Revolución Industrial. No hay
ningún control ni inspección, de ahí que se haya caído la fábrica en Bangladesh.
Las transnacionales se instalan allí porque la tasa de beneficio es altísima
gracias a la explotación que sufren los trabajadores.
P. ¿Y cómo se puede
romper ese círculo?
R. Pues hay que
buscar mecanismos de control acordes con los tiempos: extraterritorialidad. Eso
significa que las empresas transnacionales no solo estén sometidas a la
legislación del país donde tiene la fábrica. Es un escándalo que no se puedan
juzgar tanto a El Corte Inglés como Mango en España por lo que ha sucedido en la
fábrica de Bangladesk donde se producía ropa para éstas y otras multinacionales.
Cuando se dan hechos de alta gravedad relacionados con los derechos humanos y
está implicada una multinacional española debería intervenir un tribunal
nacional. Se trata de extraterritorializar la situación y que los directivos de
esas empresas den cuenta del beneficio que obtienen y si conocían las
condiciones en las que se desarrollaba el trabajo. Es inconcebible que no haya
una responsabilidad civil y penal.
P. Habría que
empezar por concienciar a la sociedad de lo que supone la muerte de esos
trabajadores.
R. Es cierto.
Tenemos que hacer una reflexión ética de qué está pasando con los políticos,
con los directivos de las empresas multinacionales y lo que hacemos cada uno de
nosotros. No tenemos excusa. Hay que reaccionar.
P. La imagen de las
empresas transnacionales es que son las que tiran del carro de la economía y las
que generan empleo.
R. El modelo que
han establecido es tan puñetero que penetra en la cabeza de la gente. Se supone
que estas empresas crean empleo. Pero, ¿cuánto empleo, riqueza, transferencia
tecnológica y cuántos impuestos pagan en los países receptores y cuánto llega a
su país de origen y se transforma en empleo? Algo crearán. Pero la mayoría del
dinero se va a otros bolsillos. Hay que meterles en cintura. Mire, Repsol ganaba
en Bolivia en algunos pozos un 82% de beneficio y pagaba un 18% al estado. Eso
es un atraco.
P. Ante la presión,
las multinacionales recurren a la deslocalización.
R. Pero no se van a
ir. En España se ha vendido lo mala que es la presidenta de Argentina (Cristina
Fernández de Kirchner) por nacionalizar la filial de Repsol, pero nadie se ha
preguntado por la seguridad jurídica de las personas y sus derechos humanos. Lo
que habría que hacer es poner aranceles para las empresas que deslocalicen y
después traten de vender en el país. En Francia ya se ha hecho. El capital usa
la deslocalización como instrumento económico y amenaza los derechos de los
trabajadores cuando haga falta.
P. ¿El boicot es un
instrumento eficaz?
R. Las campañas de
boicot han sido eficaces. Más que por las ventas, porque la imagen corporativa
queda dañada. Para contrarrestar este tipo de estrategias la cara invierten
millones de euros o dólares en publicidad y recurren a iniciativas como la
Responsabilidad Social Corporativa (RSC), que es un código de conducta de normas
del que se dota una empresa y por el que se deben regir los trabajadores y sus
directivos.
Lavado de cara
P. ¿Un lavado de
cara?
R. La RSC es una
estrategia de publicidad que permite a las multinacionales presentar como
empresas responsables ante sus clientes y la sociedad en su conjunto. Por lo
general, las que más invierten en promocionar su RSC son las más ineficaces y
las que más denuncias acumulan.
P. ¿Resulta
complicado cruzar los derechos humanos con los intereses de las
multinacionales?
R. Lo principal son
los derechos colectivos. Se trata de explicar bien lo que hacen las
multinacionales y entonces se podrá observar que, por ejemplo, Repsol no crea
tanto empleo en España. Además, tiene paraísos fiscales y provoca graves
impactos entre los indígenas de América Latina. Igual que resulta un escándalo
que Telefónica siga obteniendo beneficios y echando gente a la calle. Cuando la
sociedad entiende que esas prácticas no son razonables se vuelve más exigente a
la hora de pedir unas adecuadas normas de comportamiento y respeto a los
derechos humanos.
P. Los políticos no
parece que tengan mucha capacidad de enfrentarse a las multinacionales.
R. Tienen tomado al
poder político con varias fórmulas como el ‘lobby’, la puerta giratoria
(trasvase de directivos del sector público al privado), el dinero que presta la
banca a los partidos…. ¿Usted sabe cuánta deuda les han condonado? El poder
político se podría plantar, pero no lo hace porque está tomado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario