viernes, 3 de mayo de 2013

¡Los buenos pacá...los malos pallá!

   Cuando era un chico de apenas seis años uno de mis hijos nos provocaba miedo por su futuro, a esa edad todo lo quería arreglar "volando todo".
-¡Voy a volar esta puta escuela!- era su reacción cuando entendía que algo era injusto. porque siempre sus expresiones "bombísticas" fueron como reacción a una injusticia.
   Es un recuerdo donde a veces, hasta yo me refugio, cuando me puede la frustración y me desilusiono de mis congéneres.
   Nuestro hijo todo lo quería arreglar ¡rompiendo todo! y recomenzando otra vez. Y para muestra basta  un botón, se pasaba horas construyendo un castillo con los legos, ladrillo a ladrillo, podía su castillo tener una altura de medio metro de alto, con todas sus puertas, ventanas y almenas y puentes y al cometer un error, al poner un Lego inapropiado, o al faltarle uno para completar su obra, lo agarraba a patadas y llenaba la habitación de ladrillitos plàsticos e insultos y pataletas donde no salvaba ni Dios ¡ni la virgen! ¡ni el niño Jesús! ¡ni el asno! ¡ni la madre que lo parió!. El niño era un perfeccionista y además un justiciero total, más bien extremista, porque lo que tuvimos que intentar regular su intensidad, un día tuve una idea para hacerlo recapacitar..."si vos le ponés bombas a todo vas a matar a mucha gente buena y después que vas a hacer?...El chico se quedó mirándome con ciertas dudas, pero no me contestó nada.
    A los pocos la maestra llamó a mi esposa porque consideró que el niño se había pasado y estaba preocupada porque nuestro hijo no tenía  "un comportamiento normal".
    -" Señora...comenzó a las patadas con los bancos, tiró una libreta contra la pizarra, se cagó..con perdón de la palabra, en nuestro héroe Bolivar y gritó "Los bueno pacá y los malos pallá porque voy a poner una bomba y todo se va a ir al coño e la madre".
   De más está aclarara lo preocupados que estábamos con el extremismo de nuestro hijo, no voy a negar que íntimamente me gustaba que fuera así, aunque me asustaba que le volaran la cabeza a él.
   Por suerte hoy se calmó, con los años fue dejando los extremismo y de posible revolucionario extremista pasó a tener una parrilla en el gran Buenos Aires, donde se sirve la carne asada más tierna de toda Argentina, y no exagero, se que es verdad porque lo he visto, antes de ponerla la carne en sobre las brasas, le da una hostia de coñazos, le clava el cuchillo sin miramientos, al "vacio" lo ablanda a patadas, a los churrascos los pellizca con una pinza de mecánico, a los chorizos los amenazan con una mina antipersonas y claro toda la carne queda blandita...blandita...¡una mantequilla!, Quizá el mundo perdió un guerrillero que podría haber cambiado todo, pero ganó un parrillero... ¡de puta madre!

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