martes, 14 de marzo de 2017

La pobreza, una visa de libre tránsito a la delincuencia.

Quien escribe lo ha vivido, en vivo y en directo, como solemos decir, y no necesita recurrir a destacados sociólogos o psicólogos, no porque no considere válidos los aportes de estos profesionales, sino porque la realidad me lo mostró sin necesidad de complicadas explicaciones. Para distinguir el hambre o la delincuencia no se necesita conocer los motivos o las posibles soluciones, eso es otro tema. En estos días leo cifras de despidos, en el último año y medio en Argentina, que me duelen, unas hablan de 200.000 y otras de 400000 personas, (otras estadísticas suman a los familiares directos afectados y nos hablan de 1.500.000 nuevos pobres) supongo que serán cifras a la medida, una del gobierno y otra de lo oposición. Y voy a la historia...
En el año 1986, yo vivía en Mar del Plata (Argentina) y la empresa donde trabajaba cerró de "golpe y porrazo" y sin decir ¡agua va! nos vimos en la calle unas 800 personas, fue un despido muy democrático porque se salvó el principio de "todos iguales ante el despido" y no se hizo distinción alguna, ni titulados, ni maquinistas, ni operarios, ni peones, ni... en fin, como solemos decir en España..¡todos a la puta calle!.
Mientras buscaba trabajo, cuidaba de los niños, hacía la comida, limpiaba la casa, todo lo necesario para que mi esposa, que por suerte tenía trabajo, y yo mismo, no nos sintiéramos tan mal ante mi nueva situación de parado. Nosotros tuvimos suerte, pues de dos, solo uno se quedó sin trabajo, pero otros no tuvieron la misma suerte.
Un día salí a echar la bolsa de la basura, cuando veo llegar a un ex-compañero de trabajo que no encontró otro modo de llevar el pan a casa que juntando cartones y botellas para revender. Me partió el alma verlo empujando un carrito precario, mucho más, cuando uno sabe que ese trabajo solo da para comprar un mendrugo, que, si no es innoble es porque se hace trabajando. Yo puedo dar fe, de lo buen empleado que era este buen hombre, trabajador incansable y responsable, al cien por cien. Conversamos un rato, me pidió unos "mangos prestados", y se los dí, como esos dineros que se contabilizan como a "fondo perdido".
Para no hacer larga la historia, les diré, que unos meses después estaba preso, por robar y revender una bicicleta. El juez no entendió que no quiso hacerlo, que fue un acto involuntario, que solo pensó que esa bicicleta, le servía para pagar la luz, que venía el invierno y que sin luz...y con tres pibes.
Terminó en la cárcel de Batan, con presos de toda condición. Cuando salió ya era otro, en la cárcel aprendió que trabajar legalmente no es buen negocio para un obrero, que rinde mucho más atracar, vender droga, o hacer "trabajitos eventuales" como los secuestros express.
Tres años después lo encontré en un lavadero de coches, lavando su auto nuevo.
-Che, Trillito, si estás en un apuro... alguien que te joda...avisame...¡ok?-
Cuando veo esas cifras con tantos ceros de gente despedida por la ambición, o el desfalco, por el miserable proceder de los que solo piensan en ganar a costa de todo, cuando veo gobiernos que promueven eso y no cubren al desamparado, pienso... "conque solo el diez por ciento de esa gente, se de la vuelta y se pase al mundo del delito"...

José Trillo Arán

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