Aunque nos cueste aceptarlo no parece casual que la obtención de los derechos laborales y personales hayan crecido en occidente mientras estaba vigente el régimen comunista de la URSS, si observa, el mayor avance se logró entre los años 1950 y el final del muro de Berlín en 1989. El comunismo dentro de sus falencias intentaba implementar en sus fábricas una serie de beneficios que intentaban compensar la vida laboral con la individual, para incentivar un trabajo sin alicientes de progreso, de ahí que las madres gozaban de guarderías para sus hijos en las mismas fábricas, tiempo disponible para amamantarlos, se obligaba a los obreros a hacer ejercicio físico en horas laborales para cortar la rutina y favorecer la salud, el gas para la calefacción era un regalo del estado, todo muy cuestionable, pero "tenían un plan", un plan que directamente competía con el modo de vida occidental basado en la iniciativa personal y el avance social por méritos propios y que conocimos hasta el hartazgo como "el sueño americano".
Para vencer a los comunistas era necesario demostrarle al mundo que el sistema de occidente era mejor, que el ser humano gozaba de mayores libertades personales y derechos laborales.
Pero caído el comunismo ya no hay con quien competir, hoy da lo mismo que un empresario sea ruso, que chino, turco o español, de aquella Rusia ya no queda nada y hoy un obrero ruso va camino de ser igual a uno chino y un español a un vietnamita. El mundo tiene una sola política laboral, la impone un capitalismo sin control, dueños indiscutibles de todo lo que se mueve en el planeta, sea obrero, primer ministro, cura, rey de bastos o polizón. En resumen, vivimos en unas dictaduras sin uniformes ni botas, ahora los presidentes son tiranos del capital y vivimos dictaduras financieras. Algo deberá cambiar...
José Trillo Aran.
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