martes, 27 de noviembre de 2012
¡Abajate del caballo!
Yo tendría unos doce años cuando José, un vecino del barrio que ya era por aquellos años mecánico de aviones en Aerolíneas Argentinas intentó hacerme ver que, a su entender, iba por mal camino y que en la vida había otros puntos de vista y me aconsejaba que debía leer mucho. El hombre tenía buenas intensiones pero no sabía mucho de pedagogía y me pasaba libros que yo no entendía, y me hablaba de cosas que eran demasiado complicadas, para mis elementales conocimientos de escuela primaria recién terminada.
De todas aquellas charlas solo recuerdo un puñado de frases.
Una de ellas fue una pregunta que me hizo una tarde de verano en que me invitó a tomar unos mates debajo de la higuera del patio de la casa de sus padres, dos ancianos con una historia de luchas y privaciones de niñez y pubertad por las tierras de Valencia y Castilla, y que encontraron en la provincia de Buenos Aires los sueños que se le negaron en tierra española, ¡linda gente! que supieron olvidar los tiempos malos sin guardarse rencores para el presente.
José me preguntó mientras cebaba un mate:
¿que huelga haría sería mas importante una de curas o una de basureros?- que es como se le llama comúnmente a los empleados que recogen el servicio urbano de residuos.
Me costó responderle porque no tenía ni idea, apenas si sabía lo que era una huelga y después de pensarlo contesté, - la de los curas-, una contestación más bien lógica si tenemos en cuenta la importancia de los galones sociales de ambos colectivos, era una contestación de esperar para un chico de buena educación católica que ya había tomado la comunión y su posterior confirmación y acudía todos los domingos a misa de once, aunque debo reconocer que ya era reacio a la confesión de mis pecados, tal vez porque sin darme cuenta ya estaba influenciado por don Pepe, un republicano conque el que aprendía el oficio de zapatero, por las tardes, después de almorzar al volver de la escuela, por lo tanto ya pintaba bastante confuso mi proceso de educación, mi madre que luchaba por el catolicismo tradicional, con sus reglas de obediencia debida a los escalones sociales, José que me incitaba a pensar en todo lo que en la escuela no me enseñaban y don Pepe que me mostraba la cara antifranquista y su odio ancestral a la iglesia y a la monarquía.
En todo esa mezcolanza fui recogiendo consejos y frases que aún recuerdo.
Una de las lecciones del mecánico de aviones fue que desconfíe de los creídos y agrandados, que no valorice a la gente por sus títulos, ni posición social.
- Por mucho que den ordenes sin bajarse del caballo, tarde o temprano tienen que bajar y sino "lo abajan", como decía el gaucho, la gente es toda igual y hay que valorizarla por su calidad como persona ¿entendés pibe?. En aquella época no lo entendí.
De don Pepe el asturiano me guardé muchas frase, pero una en lugar destacado:
-Lo única cosa verdaderamente democrática ¡es una bala! ella hace cierto eso de que todos los hombres son iguales.-
La validez de esa frase la reconocí, unos años después, cuando vi, como le volaban la cabeza al presidente Kennedy.
Con los años e visto de todo, incluso a mi mismo la vida "me abajo del caballo", a veces pienso si el aviador y don Pepe, no estaban dándome un mensaje cifrado, una combinación letal pero justiciera, tal vez todo se resume en...
"Hay que bajarlos del caballo a tiros"...
Lo que parece un poco extremista, pero viendo como algunos corruptos e ineptos se aferran al poder, se olvidan de ser personas, se ríen de los valores, juegan con el futuro de millones de personas, basurean los esfuerzos y los sueños de gente honrada y luchadora...tal vez, tal vez...
Habrá "que abajarlos"
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