España es ruin con los inmigrantes/exiliados
Es mucho pedir al actual Gobierno de Mariano una, siquiera leve,
empatía con ciudadanos que lo pasan muy mal, nacidos fuera de España;
sobre todo cuando no se es capaz de tenerla con los indígenas españoles
Después de un general y estruendoso rasgado de
vestiduras, de declaraciones grandilocuentes, de promesas enfáticas para
poner en práctica, ¡ya!, medidas que acabasen con el drama de la gente
que se ahoga en masa cuando trata de llegar a las costas mediterráneas
de la UE (abril 2015), viene la ocasión de poner en practica lo dicho y
nos quedamos con que España no es capaz de cumplir lo que le pide
Europa.
Bruselas, eufemismo de Europa, nos pedía que
acogiéramos, en dos años, a 4.288 solicitantes de asilo llegados, en
régimen de penuria, a Italia y Grecia. España sólo aceptará 1.300. Tan
miserable y ruin decisión sólo es superada en Europa por Hungría y
Austria, que no acogerán ni un solo inmigrante/exiliado africano.
Hungría y Austria, dos países más o menos modélicos de lo que no se debe
ser en términos democráticos.
Pónganse en contraste estas cifras con las imágenes de
centenares de ciudadanos africanos tratando de llegar a Lampedusa, o a
la costa griega, muriendo, tantos, siempre demasiados, en el intento.
Resulta bien significativo comprobar cómo España acepta la disciplina
prusiana ordenada por Alemania –síntesis de la Europa que manda– en
cuestión de recortes brutales, de austericido, de precariedad; frente a
la anarquía, la autonomía y el desahogo con los que nuestro gobierno se
niega ahora a cumplir con Europa en lo tocante a acoger a personas en
precario. Gentes que han abandonado sus países por hambre, por
persecución política o por una perversa mezcla de ambas.
Con esa capacidad mostrenca que tiene el titular de interior de la
marca España para dejar claro su pensamiento en medio de su expresión
balbuceante, ha recurrido Fernández Díaz a una presunta metáfora sobre
la casa y el agua que se mete por el tejado y llega a las habitaciones.
Así, los africanos que huyen de la muerte serían una especie de gotera,
gotera cojonera, digo yo; un incordio que rompe la placidez de la siesta
de la opulenta Europa.
Este hombre beatífico, Díaz,
es el que justificó que los guardias civiles españoles disparasen
pelotas de goma contra los ciudadanos negros que trataban de llegar a
nado a la costa de Ceuta –España por ahora–, con el argumento de que
eran personas "fornidas", y claro, no había otra forma de neutralizar a
estos cachas.
Estamos hablando de 40.000 personas que
ya están en suelo europeo y que la Comisión Europea quiso en su día
(mayo 2015) repartir entre los países de la UE.
Anótese que Suecia ha aceptado los 1.369 que se le propusieron;
Finlandia los 792; Holanda los 2.047 y Bélgica sus 1.364. Todos ellos
son países con movimientos estructurados, más o menos xenófobos, que
reclaman, por ejemplo, que Holanda sea para los holandeses, algo que aún
no ocurre en España, Fernández Díaz mediante (Albiol ya lo hizo).
Ya sé que es mucho pedir al actual Gobierno de Mariano una, siquiera
leve, empatía con ciudadanos que lo pasan mal, muy mal, nacidos fuera de
España; sobre todo cuando no se es capaz de tenerla con los indígenas
españoles, más o menos desahuciados, bastante precarios y, en muchos
casos, huidos del país en busca de trabajo y libertad.
Fernández Díaz no se perderá su misa en Tarancón (Cuenca), ni dejará de
persignarse, ni de hablar de valores, ni de su conversión en Las Vegas,
ni de su ausencia del funeral de una policía nacional, mientras dice
que los africanos mediterráneos son una gotera; una mosca cojonera que
interrumpe la opulencia.
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