domingo, 3 de agosto de 2014

Artículo para tiempo de vacaciones.

   Es domingo, hace calor, media España está de vacaciones y yo como siempre, cumplo con mi vicio diario (uno de ellos) y me informo a través de Internet. Justo después de almorzar como un cochino huérfano, leo la noticia y me causa gracia, reconozco que lo que pensé, no es digno de una persona mayor que cree utilizar el cerebro, pero la honradez va por delante y lo primero que me nació fue pensar "este estaba muerto de hambre, descubrió la comida", que implica mucho más que el hecho de comer, sino del que buscaba salir de pobre y encontró el filón en esto, que no es nada nuevo, ya que los astronautas, disfrutan de un "placer" semejante a la hora de alimentarse, y los niños sudsaharianos lo hacen a diario con su ración de leche de camella y a pesar de eso se los ve muy bien y mas sonrientes que nuestros niños gordos del primer mundo. Pero dejando de lado estas injusticias humanas, pienso ¿donde queda el placer de comer?, ¿donde se perderá el atrapante olor de un plato preparado con unción?, ¿donde la textura que le da vida al paladar y los dientes? ¿quien renunciará al placer del aroma de una manzana? ¡al frescor de una lechuga! y así nos podríamos pasar horas, pensando en los placeres que nos genera la comida, a la vida familiar, a la social y tantos etc...etc...que nos haría pasar la tarde del domingo pensando. No me imagino a un español renunciando a todo eso y yendo a comprar la comida a una farmacia o los negocios denaturalistas qu e nos ofrecen mil soluciones para no cocinar. No me hago a la idea de una sobremesa después de beberme una porción de minerales, proteínas, sales y otras historias sin haber puesto la dentadura en acción y haber eruptado como corresponde, disimuladamente, claro. No me imagino reemplazando una paella valenciana por un vaso de agua con las  proteínas, materias grasas, amino-ácidos, vitaminas de la A a la Z, glucosa, carbohidratos y toda ese rosario de componentes necesarios para el cuerpo, y sin la culpabilidad de saber que le estamos dando cancha al colesterol malo ¿y usted?. Pero lo que mas me dolería es restarme "El placer" y si ya por eso renuncié a los curas y sus consejos de privaciones, no lo voy a aceptar ahora de viejo.
Sin embargo no voy a negar que este joven es brillante y que encontró una salida para muchos vagos que no quieren perder el tiempo con las compras y el cocinar, y que seguramente logrará el objetivo de hacerse rico, pues no faltará algún laboratorio multinacional que le compre el invento y a base de machacar con publicidad y consejos de expertos, estrellas de cine y deportistas y aval de científicos comprados que nos invadirán con sus estudios "cientifícamente testados", el chaval se hará rico y mientras observa como medio planeta consume sus polvos mágicos, el pide en el mejor restaurante, un lechal a las brasas, un pulpo a la gallega, una fabada asturiana, un churrasco argentino, una pizza a la napolitana, gambas al ajillo y de postre unas fresas con nata, cero calorías, para no abusar. Incluso, lo reconoce cuando dice que el fín de semana "si me apetece como algo sólido"...¡no te va a apetecer!...¡no te jode! si en la semana con los polvitos pasas mas hambre que un ratón en una ferretería...¡lo que hay que leer!.
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Historias de Silicon Valley

¿El fin de la comida?

Un informático de 25 años crea un alimento en polvo harto de gastar tiempo y dinero en comer

 



Rob Rhinehart, creador de los polvos alimenticios Soylent. / Getty Images
 
El último invento en conquistar Silicon Valley no es una aplicación, ni un medio especializado en tecnología ni otra red social. Se llama Soylent y su creador pretende revolucionar la manera en que nos alimentamos. El producto, un compuesto en polvo, con todas las vitaminas, proteínas, minerales, sales y nutrientes que nuestro cuerpo necesita, ha despertado reacciones encontradas en Estados Unidos, desde quienes anuncian orgullosos haber recibido la primera muestra, los escépticos que auguran una caída tan rápida como su ascenso o los alarmistas que lo han bautizado como “el fin de la comida”.
Rob Rhinehart es uno de los miles de jóvenes que aspiraban a crear desde San Francisco una empresa con un grupo de amigos, atraer rápidamente a clientes e inversores y lanzar el negocio.
Tras varios intentos fallidos, el dinero se agotaba y Rhinehart tiró de una libreta para calcular dónde podía recortar gastos. “Estaba invirtiendo tiempo y dinero en comida, así que pensé en una solución barata y sencilla que cubriera mis necesidades nutricionales”, explica por teléfono.
Rhinehart, ingeniero de software de 25 años, comenzó entonces a indagar en estudios científicos hasta crear el alimento artificial. Para consumirlo sólo hace falta mezclarlo con agua. “En polvo la comida es más estable, se puede conservar más tiempo, no hace falta ir tantas veces al supermercado ni cocinarla y no tenemos que preocuparnos de las bacterias que la estropean”, asegura.

Rhinehart asegura que ha perdido peso, duerme mejor y se concentra más; los nutricionistas cuestionan el producto
Soylent, cuyo nombre hace honor al título de una película de ciencia-ficción sobre el impacto del crecimiento descontrolado de la población, se vende a través de una página web de tono futurista. Rhinehart defiende su producto con una confianza que roza la soberbia. En el año y medio que ha pasado alimentándose de Soylent, ha perdido peso, duerme mejor, puede hacer más ejercicio y su nivel de concentración en el trabajo ha aumentado. Su razonamiento es que la comida sólida exige más trabajo al organismo para procesarla. “Soylent no le da al cuerpo nada que no necesita”. Los expertos se muestran escépticos ante el impacto que puede tener sustituir el 100% de nuestra alimentación por un líquido. Hasta ahora, los complementos en forma de batido se emplean en hospitales y en tratamientos para perder peso o luchar contra determinadas enfermedades bajo vigilancia médica.
La primera reacción de la doctora Elisabetta Politi, directora del Centro de Nutrición de la Universidad de Duke, al conocer Soylent es: “¿Por qué haría alguien algo así?”. Politi trabaja con pacientes que sí han requerido de una dieta líquida para perder peso o curar un trastorno, pero no por elección propia. “Hay quien necesita aprender a elegir lo que come. Para eso debe sustituirla primero por líquidos”, explica Politi. “Pero sólo en aquellos casos en los que la persona carece de una relación saludable con la comida”.
Rhinehart asegura que el producto cumple con las regulaciones de la Agencia de Seguridad Alimentaria de EE UU y que trabaja con un experto médico para perfeccionarlo, aunque no quiere revelar su identidad y el doctor no habla públicamente sobre este trabajo. Desde la Agencia de Alimentación y Medicamentos (FDA) de EE UU aseguran que toda la información disponible sobre Soylent indica que se trata de un producto para sustituir la comida convencional y que debería ser regulado como tal. “No disponemos de información registrada sobre este producto y tampoco damos autorizaciones para sustancias que reemplacen a los alimentos”, asegura la FDA.
La falta de especificación sobre si Soylent es un alimento o un sustitutivo despierta también las sospechas de Bruce Bistrian, director de Nutrición en el Centro Médico Beth Israel Deaconess de Boston. “La tecnología para combinar todos los nutrientes hace tiempo que existe, pero algunos preparados han sido designados legalmente para uso médico o como suplementos de una dieta”, dice Bistrian. “Mi preocupación es qué podemos hacer con este producto”.
Unas 30.000 personas sí parecen saber qué hacer. Serán los primeros en probarlo después de invertir en la campaña de recaudación de Soylent a través de Internet. Rhinehart pertenece a la generación de emprendedores que buscan aplicar la efectividad de las herramientas online en sus vidas, un movimiento denominado life hacking. La nueva estrella de Silicon Valley registró durante meses todos los cambios que notó al consumir Soylent, cómo se sentía, las cantidades que introducía en la fórmula, las distancias que alcanzaba haciendo ejercicio...
Después lo publicó en su blog e invitó a los lectores a que le ayudasen a perfeccionar la fórmula. Su revolución en directo se convirtió en una de las campañas de crowdfunding de mayor éxito en los últimos meses. Soylent, con apenas seis empleados, recaudó tres millones de dólares antes de salir al mercado.
Sus clientes pueden elegir entre varias fórmulas y compartir los resultados en el portal soylent.me. También pueden debatir las implicaciones del producto para el futuro en un foro. El resultado es una comunidad dispuesta a probar otra forma de alimentarse, aunque eso signifique saltar a un vacío de resultados dudosos. Puede que muchos de ellos, como Rhinehart, no extrañen la comida en su versión sólida. “Estoy muy ocupado durante la semana y prefiero alimentarme de Soylent. El fin de semana, si me apetece, puedo comer algo sólido y lo disfruto aún más”, defiende.

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