Angela Merkel siempre se abre camino
Los mismos gobiernos que antes nos decían que resultaba imposible acoger a los refugiados ahora discuten cómo repartirlos
El Consejo de Ministros de Interior de la UE que 
debía resolver de manera urgente la crisis de los refugiados ha salido 
mal, ha acabado en una decepción y confirma que el proyecto comunitario 
agoniza. "Europa fracasa" se ha convertido en el titular más repetido 
entre grandes golpes de pecho de unos y otros, mientras antieuropeistas y
 europeístas coinciden en preguntarse por el hasta ahora incuestionable 
futuro de Schengen.
Europa llega tarde, mal y a 
rastras. Eso parece indiscutible. Supone una vergüenza ética y un 
desastre político. Pero la pregunta más relevante reside en si al final 
va a llegar. Puede que las noticias sobre su fracaso, o incluso su 
muerte, resulten algo exageradas. Seguramente cohesionar y gestionar las
 políticas de inmigración de 28 países como si fueran un único Estado 
solo puede hacerse así: batiendo la lentitud, el oportunismo y la 
miseria de los gobiernos nacionales en una batalla larga y costosa.
En junio, hace apenas tres meses, los refugiados eran 
solo un problema de los griegos y los italianos, nosotros no podíamos 
acoger ni a un par de miles sin poner en peligro nuestra recuperación 
económica y el Mediterráneo parecía condenado a convertirse en una tumba
 únicamente velada por el silencio.
Hoy los 
refugiados se asumen como un problema europeo, ya nadie discute la 
necesidad de acoger a varios cientos de miles y el discurso xenófobo 
contra los inmigrantes ha perdido el predominio mediático y político que
 parecía ir a alcanzar.  Ahora debe competir con un mensaje más complejo
 y democrático donde esos cientos de miles de seres humanos que buscan 
amparo se van convirtiendo en socios y aliados que pueden ayudarnos a 
encarar dilemas que nuestras viejas y cansadas sociedades ya no pueden 
afrontar solas.
Los mismos gobiernos que antes nos 
decían que resultaba imposible acogerles ahora discuten cómo 
repartirlos. El ejecutivo alemán fue el primero en darse cuenta de que 
era imparable, los necesitamos y en el discurso del odio siempre hay 
alguien que te gana. Francia o España han tenido que cambiar a toda 
prisa su discurso y sus políticas. Ahora se resisten los países del 
Este, pero solo es cuestión de tiempo.
Alemania no lo
 ha hecho solo por solidaridad, ni por principios o por estrategia 
política. Es por pura lógica economía. Al ir un paso por delante los 
alemanes se están asegurando poder elegir a quien reciben mientras los 
demás nos peleamos por la cuota. Ángela Merkel y la realidad siempre se 
acaban abriendo camino.
  
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