sábado, 4 de octubre de 2014

O controlamos al capital o él nos destruye...



Un nuevo capitalismo, más oligárquico y autoritario

03 oct 2014

Fernando LuengoProfesor de Economía Aplicada en la Universidad Complutense y miembro del Círculo 3E (Energía, Ecología y Energía) de Podemos y de la asociación econoNuestra (http://fernandoluengo.wordpress.com/)
La gestión que se está haciendo de la crisis económica dentro de la Unión Económica y Monetaria está creando las condiciones, si no las ha creado ya, para un viraje sustancial en la configuración sistémica de los capitalismos europeos; viraje que se inició mucho antes de la implosión financiera, al menos desde que se impuso por doquier la doctrina neoliberal, a partir de la década de los 80 del pasado siglo, pero que ha sido en los últimos años cuando ha alcanzado más entidad y visibilidad.
El protagonismo de la Troika —bajo esta denominación se reúnen tres instituciones de carácter intergubernamental, la Comisión Europea, El Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional—, que ha impuesto sus políticas a gobiernos, parlamentos y ciudadanía, y la centralidad adquirida por Alemania, que ha hecho valer e imponer sus intereses y los de sus aliados, trasladándolos a las instancias comunitarias, constituyen dos elementos esenciales de un proceso de mayor amplitud, calado y trascendencia que está propiciando una transformación estructural de los equilibrios, los consensos y las relaciones de poder.
Algunos de los componentes básicos de esa transformación son: la devaluación de las instituciones de representación formal y los partidos políticos como espacios de representación política, la contaminación y ocupación de la política por parte de los grupos económicos y la degradación del estatus socioeconómico y político de una parte de las clases medias.
Asimismo, rotos la mayor parte de los diques de contención social y política, se está produciendo un histórico desmantelamiento de los Estados de Bienestar —que, supuestamente, eran la principal seña de identidad de las “economías sociales de mercado” comunitarias—, un cuestionamiento profundo del papel de los estados como piedras angulares de un consenso social integrador y el debilitamiento o desaparición de los puentes institucionales que en el pasado, antes del estallido del crack financiero, hicieron posible una cierta redistribución de la renta.
Esa refundación sistémica alcanza también a los cimientos mismos del proceso de acumulación. Se han consolidado en estos años de decrecimiento o de débil crecimiento mecanismos de extracción de renta y riqueza desde las clases trabajadoras hacia las oligarquías. Es en este contexto donde es necesario situar la reducción de los salarios nominales y reales de buena parte de los trabajadores, el alargamiento de la jornada laboral y la intensificación de los ritmos en la ejecución de las tareas. El desequilibrio en la relación de fuerzas a favor del capital y en contra del trabajo (propiciado por las reformas laborales, el temor a perder y no recuperar el empleo, por el continuo aumento del desempleo o por la permanente amenaza de proceder al cierre y deslocalización de la empresa) ha abierto una vía de acumulación a partir de la sobreexplotación de los asalariados. En idéntica dirección, un masivo trasvase de recursos hacia las élites, apuntan las políticas de ajuste presupuestario y los diferentes programas puestos en marcha para rescatar a los grandes bancos y sanear sus balances, programas que han supuesto una enorme sangría para las arcas públicas.
Se está asistiendo, adicionalmente, a una amplia reorganización de los mercados propiciada por la recentralización de la estructura empresarial, a la entrada del sector privado y de las lógicas mercantiles en parcelas crecientes de lo público a través de las privatizaciones y la externalización de la gestión, y a la apertura de nuevo nichos de negocio a partir de los espacios dejados por aquellas empresas que, por carecer de financiación o por enfrentarse a una incierta evolución de la demanda, han reducido la escala de sus operaciones o han desaparecido.
Sumemos a todo ello, para disponer de una visión completa de la profunda reestructuración del capitalismo que está teniendo lugar, la implementación de una política monetaria laxa que está entregando recursos a los que tienen capacidad de endeudamiento y que está contribuyendo al fortalecimiento del segmento financiero de la economía, que, en lo que concierne a privilegios, opacidad y potencial desestabilizador, ha permanecido básicamente intacto.
En resumen, estamos siendo testigos de una refundación de los capitalismos europeos (mejor que la confusa expresión “refundación europea”), a la medida de los intereses y estrategias de los grupos económica y socialmente privilegiados y de los países con mayor potencial competitivo, que supone el reforzamiento del perfil oligárquico del proyecto comunitario. Y la unión monetaria no sólo está siendo el escenario, sino que, por acción o por omisión, está facilitando este cambio sistémico.


 

 







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