jueves, 11 de diciembre de 2014

Una cumbre descafeinada y con mayoría de derechas.


Cumbre Iberoamericana: desairada

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Por Joel Hernández Santiago*
La fiesta estuvo desairada. Se quedaron muchos sándwiches y mucho refresco. La música no fue alegre y los cuantos que asistieron prefirieron estar sentaditos y bien portaditos. O como dijera doña Blanca de Castrejón en “Escuela de Vagabundos”: ‘¿Y ahora qué vamos a hacer con toda esa comida?’. Así que la XXIV Cumbre Iberoamericana que ocurrió en Veracruz y que organizó el gobierno mexicano, dejó un sabor a platillo sin sal ni pimienta.
México no consiguió reunir a toda la familia. Por hangas o por mangas, a la convocatoria para que asistieran todos los presidentes del mundo iberoamericano el 8 y 9 de diciembre al puerto jarocho, dejaron de venir seis del ala izquierda latinoamericana más enfática, y uno se tuvo que ir porque se puso enfermo en el momento: el presidente de El Salvador, Salvador Sánchez Cerén.
Todo estaba dispuesto para recibir a la crema y nata de la región. Pero poco a poco se fueron cayendo las hojas del calendario y algunos decidieron no venir: “por razones de agenda”, por “estado de salud”, por “eventos previamente comprometidos”, “por razones de urgente necesidad de quedarse en su país”. Y mandaron a representantes. Pero como se sabe, no es lo mismo Presidente que Vicepresidente.
El anfitrión dice que esta es una de las Cumbres Iberoamericanas –desde 1991 en Guadalajara- ‘más concurridas; que vino lo mejor de Iberoamérica y que los resultados son halagüeños por el compromiso con la educación y los jóvenes…’ Es la versión oficial del gobierno mexicano.
Es la versión de gobierno que se dice con el pañuelo en la mano y sonándose los mocos por el llanto: dice que el evento salió de rechupete aunque sigamos con Sor Juana: “Finjamos que soy feliz, triste pensamiento, un rato; quizá prodréis persuadirme, aunque yo sé lo contrario”
En la reunión no hubo desaguisados verbales ni confrontaciones. Lo que le quita emoción al asunto. El presidente de Uruguay, ya a punto de turrón para dejar el mandato, vino para demostrar que “no hard feelings” luego de que en noviembre dijo que ‘México estaba a punto de Estado fallido y que la corrupción aquí era endémica…’ y luego se desdijo para quitarse la monserga mexicana de encima.
El presidente español Mariano Rajoy no paró de decir aquí, a diestra y siniestra, que su gobierno ha logrado salvar la situación; que en España todo está a de rechupete y que rechina de limpio en eso de la economía solucionada gracias a su gestión económica de sacrificios extremos pero también de soluciones…
y que en Los Cabos, México, se le quiso hacer firmar un préstamo internacional, lo que significaría reconocer la quiebra de la economía española… y tal y tal… y dio clases de que todo esto se consigue con reformas estructurales y tal y tal… y al presidente de México le alegró el oído escuchar eso… y tal y tal… de forma que el modelo a seguir, según esto, para solucionar los grandes problemas económicos del mundo es la “Formula Rajoy” de apretar hasta el ahogo, pero sin dejar morir, nomás con que se resuelle.
Pero no vinieron los duros del continente. Acaso porque no se encuentran bien con el presidente mexicano que ha dado muestras de su proclividad al neoliberalismo, porque es proclive al gobierno de Estados Unidos y porque encuentran en él a un presidente de derecha en clave de ‘sin solución’. De hecho, y en esto no tiene que ver el gobierno mexicano, en Sudamérica hay división de criterios respecto de las corrientes económicas y políticas: los bolivarianos y los no bolivarianos.
Así que no vinieron a la fiesta mexicana los presidentes de Nicaragua, Daniel Ortega; de Argentina, Cristina Fernández; de Brasil, Dilma Rousseff; de Bolivia, Evo Morales ni de Venezuela, Nicolás Maduro y tampoco Raúl Castro, de Cuba, quien la hizo de emoción con que sí venía, no venía, si venía, no venía: al final decidió no asistir al encuentro en el que está España y con cuyo gobierno se ha estado peleando durante los tres años recientes…
Y si no ha sido por la llegada de Mujica, de Michelle Bachelet de Chile, Rafael Correa de Ecuador, Salvador Sánchez Cerén de El Salvador, la pachanga hubiera sido en tono azul, pintado de azul.
Brasil que es líder sudamericano en materia de influencia regional, prefiere sus propias fiestas, como las que se organiza Unasur. Los otros países prefieren reunirse en el ALBA (Alianza Bolivariana) y con sus amigos cubanos para tomar mojitos: Fidel Castro y su hermano, Raúl Castro.
Nuestra incolora e insabora XXIV Cumbre Iberoamericana obliga al gobierno mexicano a reflexionar sobre su papel en materia de política exterior, los beneficios perdidos al abandonar el espacio sudamericano como zona afín a nuestra cultura, intereses, gustos, imaginario, realidad y expectativas.
Luego: A dos años de política exterior mexicana, el gobierno no ha podido recuperar una influencia seria y respetable en Sudamérica, un espacio proclive por muchos años pero que hoy prefiere acudir a sus propias reuniones a las que si México va o no va, les da lo mismo. No pasa nada. Y tienen razón: el gobierno mexicano prefiere mirar al norte y no al sur: ahí está el resultado.
¿O acaso piensa el gobierno mexicano que los sudamericanos no invierten o no podrían invertir en México y sólo orienta sus intereses a las grandes potencias con capitales golondrinos, como ya se ha visto en tiempos de crisis? ¿O que el capital mexicano no tiene tierra pródiga en el sur?
En fin, que la XXIV Cumbre Iberoamericana resulta en mucho ruido de agua, pero poca profundidad. Muchos conocidos y pocos nuevos amigos. El documento protocolario habla de grandes expectativas en educación, juventud, apoyos y más: dentro de dos años en Colombia el tema será diferente, pero: ¿y los resultados?

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