viernes, 13 de junio de 2014

El estigma de las lentejas.




 

El estigma de las lentejas

13 jun 2014




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Varias comunidades del PP han decidido cerrar los comedores escolares en verano porque los niños son muy cabrones y si se enteran de que alguno de sus amigos se toma allí las lentejas en agosto podrían estigmatizarle de por vida. En la selva de la infancia no se pueden mostrar puntos débiles porque la manada ataca sin piedad. Les ocurre a los gorditos y a los que llevan gafas, a los que tienen nombres raros aunque sean de santos y a los incontinentes. ¿Nadie ha leído a Hobbes?
Lo normal, además, sería que los centros estuviesen vacíos siendo éste un país bendecido por la abundancia. Es cierto que aquí se dan premios a los anuncios de bocadillos imaginarios, pero en el apartado de ciencia-ficción. Los niños, como es tradición, siempre han venido con un pan abierto debajo del brazo, y para que las clases populares los rellenaran inventamos el chopped y el chorizo de Pamplona.
La derecha es muy mirada para estas cosas de la puericia y de la familia. De ahí que Cristóbal Montoro se tomara a chufla los datos sobre pobreza de Cáritas, que es gente que basa sus informes en mediciones estadísticas absurdas, no como él que cuenta a los pobres uno a uno y hay meses que sólo le salen 12, en su mayoría víctimas de una mala racha en el bingo. El ministro no lo dice porque es educadísimo, pero éstos de Cáritas saben tanto de la pobreza como Ana Mato de Jaguars.
Contando, a Montoro no hay quien le gane y menos al Banco de España, que ayer nos calculaba al céntimo lo que llevamos prestado a la banca desde 2009: 61.495 millones de euros. Hay que ayudar a quien lo necesita y no hacer demagogia. Habrá algún niño con problemas de alimentación, que eso nadie lo niega, pero la culpa es de los padres que les atiborran a hamburguesas del McDonald’s. ¿Tres millones de personas en situación de pobreza severa? ¿Un 30% de pobreza infantil? ¿Qué tipo de alma de cántaro es capaz de echar esas cuentas y quedarse tan pancho?
Además, nada mejor para los niños que una buena comida casera hecha con el amor de una madre, que siempre será mejor que el catering de un colegio con sabor a puente aéreo. Lo saben en Madrid, en Galicia y en Castilla y León, las tres comunidades que se han pasado por el forro las recomendaciones de la Defensora del Pueblo, que es otro cargo a suprimir como siga tocando las narices.
En Madrid, por ejemplo, existen ayudas pero para quien las necesita realmente, tal es el caso de la consejera Lucía Figar, abnegada madre de familia numerosa y beneficiaria de un cheque-guardería de 1.250 euros mensuales por cumplir escrupulosamente los requisitos que ella misma había impuesto, esencialmente que el colegio de los críos fuera privado. Nada de esto sería posible si no se hubiesen eliminado por innecesarias miles de becas comedor que mancillan a los peques y convierten su existencia en un infierno.
Por fastidiar y empañar la Marca España, ahora que la Roja está dispuesta a hacer más historia que Sánchez Albornoz, comunidades como Andalucía se han empeñado en llevar la contraria a la realidad y mantener abiertos sus comedores. Si a alguien beneficiará esta medida es a los jornaleros que, además de no salir del bar por las mañanas, como denunciaba Duran Lleida, podrán pasarse allí también la tarde y migar la manzanilla con unas acedías con todo lo que se ahorrarán en la cesta de la compra del Alcampo. Si tuvieran ellos que pagar una cuenta del Palace como el de Unió no se acodarían tanto en la barra.
Los niños, además, no comen tanto en verano. Prefieren los macarrones con tomate al solomillo de buey. A esas edades necesitan mucho hidrato de carbono, que de precio está tirado. ¿Malnutrición? El PP no admite lecciones de dietas equilibradas. De eso sabe más que Noé de la lluvia.



1 comentario:

  • #1 Comentario por magomer

    13/06/2014 13:13
    Es curiosa como la banca española no tiene ningún empacho en arriesgarse a ser estigmatizada por las saneadas bancas europeas ni aparecer como la compañera pobre mendigando 65.000 millones de euros en el comedor de la hacienda pública. Al gobierno esa mala imagen y los complejos que puedan coger nuestros banqueros tampoco parecen importarle mucho.

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