domingo, 24 de febrero de 2013

Formas de pensar...

   En Latinoamérica ser un "macho" es un plus, un motivo de orgullo, algo para mostrar con gestos de gallo de riña y palabras cuanto más fuertes mejor. En Alemania si alguien te dice que eres un macho, es que se están riendo de ti, o es un menosprecio. Uno de los insultos más fuertes es que te llamen "macho latino". Y tienen razón, ser macho es una forma que la naturaleza otorgó a una parte, macho puede ser un carnero, un potro, un elefante, un macho no es una virtud, sino una realidad otorgada.
   El término macho está devaluado en el mundo de los humanos, porque va atado a hombres vulgares que se ufanan de su fuerza o de ser superiores a los que no son valientes o no tienen la fuerza física ni las cosas tan claras, aunque las cosas claras sean valores más adecuados al reino animal o a los primeros humanos, como golpear a alguien más débil, o solucionar las cosas con la violencia. Ese machismo para ellos es "retraso", en muchos países es un "orgullo".
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   Es tan fuerte la mala educación que traemos a través de los siglos, que nos cuesta abstraernos de ella. Hace unos días conversando sobre algunos casos que están siendo noticia, llegamos a una conclusión... "nos gusta jugar a ser jueces", en el caso de asuntos notorios aún podemos justificarnos al creer que alguien averiguó sobre los hechos del fulano en cuestión y si creemos en el periodismo, juez, cura, científico o lo que sea, si este nos simpatiza, opinamos como él, sino, opinamos lo contrario. En este caso podríamos disculparnos diciendo "alguien averiguó", pero aún jugamos a se jueces en situaciones mas corrientes, donde no sabemos si alguien averiguó, o simplemente hizo correr un rumor, si lo que nos sirve  de evidencia para juzgar es cierta o es el producto de una maldad, o aún peor, que provenga de una persona ignorante y corta de sesera, si esta persona que nos dice algo sobre otra, tiene con nosotros una cercanía, bien de parentesco o de afinidad ya damos por válida su palabra y condenamos al fulano/a de turno. Normalmente se llama cotilleo, habladuría, chismorreo o chusmaje, los términos varían según los usos de las distintas zonas geográficas, pero el daño es igual en todas.
   Nos hacemos una idea de alguien, la catalogamos, la encasillamos y la juzgamos, sin tomarnos el más mínimo trabajo de averiguar nada y como es lógico, tampoco nos tomamos el trabajo de revisar si nuestras conclusiones y veredictos no están basados en un error nuestro. Tal vez por eso somos tan fáciles de manipular.

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