lunes, 18 de marzo de 2013

¿Y a este que le pasa?

El fútbol versus la estupidez


Messi festeja su primer gol al Milan en el partido de vuelta de los octavos de la Champions. / albert gea (reuters)

► “Vamos a conquistar una reducida porción de tierra que no ofrece en sí más ventajas que su nombre”—Hamlet, de William Shakespeare

Aquí en las Malvinas hemos presenciado algo épico esta semana. No nos referimos a la épica idiotez del reclamo histórico de un país grande de 40 millones de habitantes al derecho soberano de colocar su bandera en unas pequeñas islas del lejano Atlántico Sur donde viven 2.500 seres humanos, 49.000 ovejas y 450.000 pingüinos. Tampoco nos referimos a la desgraciada decisión de ese mismo país de lanzarse a la guerra hace 31 años por las susodichas islas con el febril apoyo de la mayoría de su población.
No. Nos referimos a la épica remontada del Barcelona contra el Milan, televisada en Stanley, la liliputiana capital de las Malvinas, con comentarios en español argentino, idioma que la mitad de los malvinenses, por más que el 99,8% de ellos quisieran seguir siendo británicos, entienden razonablemente bien. No por primera vez, el fútbol dejó en evidencia la mezquindad, el cinismo, la deshonestidad y la capacidad de engaño o autoengaño de líderes que se erigen como defensores de la dignidad de sus pueblos, y de la susceptibilidad de esos pueblos a dejarse conducir, con los ojos cerrados, al abismo de la irracionalidad.

El juego de Messi es noble, no como la irracionalidad de sus compatriotas cuando se habla de las Malvinas
Destacamos el Barça-Milan de esta semana porque lo que vimos ahí fue precisamente el polo puesto al maniático monólogo malvinense proclamado sin tregua desde la tierra donde nació la estrella del partido. En primer lugar, fue un ejercicio de honestidad. Ni disimulos, ni leyendas infantiles, ni manipulación de las masas. Fue lo que fue. Una lucha entre dos rivales en igualdad numérica con una pelota de fútbol como arma. Y aunque un equipo fue claramente superior al otro, ambos actuaron con valentía y honradez. Además, el espectáculo fue sublime. Solo aquellos cuyas mentes están contaminados por el tribalismo enfermizo que es la lacra de la humanidad, ese gen deficiente que en el peor de los casos lleva a gente a matar y morir por causas absurdas, son incapaces de ver que el fútbol que despliega el Barça en su mejor expresión es, como escribió un periodista deportivo inglés esa noche, “simply the best”, sencillamente el mejor fútbol del mundo.
Lo que vimos el martes cientos de millones de personas —desde las Malvinas a Manila, desde Buenos Aires a Vladivostok— fue noble y fue brillante. Nadie más noble o más brillante que Leo Messi, no solo el mejor jugador del planeta sino el más transparente, el menos retorcido. Juega porque le gusta jugar, gana porque le gusta ganar. Y no hay más.
Comparemos esto con la niebla de irracionalidad que envuelve las mentes de sus compatriotas cuando entran en juego las Islas Malvinas. Hablamos de las Malvinas como podríamos hablar del conflicto entre Israel y Palestina, o las recientes guerras en Irak y Afganistán. Pero lo útil del caso Malvinas es que concentra de manera especialmente nítida la inexorable estupidez de la especie, su habilidad para generar problemas y conflictos e incluso guerras donde no hay necesidad alguna. Todos los países, como las personas, son ensimismados, pero Argentina con las Malvinas llega a extremos pocas veces vistos en la rocambolesca historia de la humanidad.

La remontada del Barça contra el Milan, televisada en las Malvinas con comentarios en español argentino, idioma que la mitad de los malvinenses, por más que el 99,8% de ellos quisieran seguir siendo británicos, entienden bien
Su histérica avidez por poseer las islas, promovida desde tiempos de Mussolini por su admirador el General Juan Domingo Perón, se basa en la supuestamente excepcional ilegalidad de la usurpación de estas tierras inhóspitas del Atlántico Sur por “piratas” del imperio británico en 1833. Increíblemente, porque el pueblo argentino es un pueblo culto, no entiende que las tierras se han conquistado y las banderas se han colocado a base de fuerza y sangre, desde siempre. Es bárbaro pero es lo que hay, y lo que será hasta que la especie de un radical vuelco evolutivo. El resto del mundo parece entenderlo. México no reclama Tejas, Francia no reclama Inglaterra, Marruecos no reclama España. O, si hubiera alguien en estos países que lo hiciera, no toda la población ha sido sometida desde la infancia a un lavado de cerebro basado en la hipnótica repetición —“las Malvinas son argentinas, las Malvinas son argentinas, las Malvinas son…”— a tal punto de que se convierte en un artículo de fe cuasirreligiosa, un signo de identidad nacional, y cuando una dictadura militar de impulsos nazis invade y “recupera” las islas un infeliz día de 1982 la población responde con pavloviano júbilo, celebrando la heroicidad de los que torturaron, mataron y desaparecieron a 20.000 compatriotas.
Perdieron la guerra y ahí podría haber acabado. Pero no. Siguen, dale que dale, marionetas en las manos de los medio cínicos, medio locos gobernantes de turno.
Menos mal que tenemos el fútbol, que es honesto y existe en el mundo real. Y ojalá que la Argentina de Messi gane el Mundial de 2014. Por si se les pasa un poco.
------------------------------------------
Nota del abuelo Ladilla:
   Este periodista de origen inglés y residente en Barcelona mezcla en su artículo el partido de fútbol, pero solo como pretexto, en realidad escribe un panfleto británico y como la mayoría de los periodistas que escriben en El País sobre Argentina, no son imparciales, más bien, casi siempre están de parte de los poderosos del sistema, sean empresas multinacionales o como este caso, este "hijo del Reino Unido" defendiendo a su potencia natal. Lo que me parece muy bien. Solo que olvida algunos detalles muy convenientemente. Nos da entender que son unas pobres islas donde viven 2500 personas y 49.000 ovejas, pero SE LE OLVIDA MENCIONAR que gozan desde la guerra de las Malvinas de 600 millas marinas alrededor de las islas, que les permite a los isleños ganar "per capita" en permisos pesqueros, que otorgan ellos, sin ningún control donde se depreda la riqueza pesquera, mucho más que cualquier ciudadano ingles, es lógico que los isleños no quieran ni oír hablan de permitir que las islas sean Argentinas, ¡si tienen uno de los ingresos per capita más altos del mundo!, pero, como usted comenta, vieron el partido con acento argentino y no dudan en tomar un avión para ir a un hospital del continente. Tampoco menciona que en esos miles de kilómetros cuadrados de mar, ¡hay petroleo!, que por ahora es caro sacarlo, pero con los años y los avances tecnológicos ya veremos.No tengo porque dudar del nacionalismo de los isleños, como este señor no debería meterse con los sueños argentinos o sus sentimientos que consideran históricos. Causa gracia leer esto de parte de un ingles, donde sus antepasados partiendo de una pobre isla se convirtieron en un imperio. Este caballero deja sin comentar, con toda intención el problema del peñón de Gibraltar que también reclama España. Habla de aquellas alejadas islas, ¿alejadas de donde?, será de Londres, porque de Argentina están a tiro de piedra. Señor Carlin cada pueblo tiene los sentimientos que le han forjado los políticos, o los medios, o las experiencias vividas, o la religión, no se burle tanto de la idiotez de los argentinos, ni se afane hablando de "lavados de cerebros masivos" que ustedes tienen una reina a la que adoran y que causa gracia a muchos miles de millones de personas en el mundo que se preguntan ¿que hizo esa vieja de ridículos sombreros para que la quieran tanto? Y para terminar habla de Palestinos e israelitas...seguro que está a favor de los israelitas que se defienden de los "usurpadores palestinos". Ya que vive en Barcelona me gustaría leer que opina de la "independencia catalana"..sería interesante ver como se por el foro.
El abuelo Ladilla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario