viernes, 2 de noviembre de 2012

El ayer, como el hoy...

Leo en una novela como era la vida de Ethel en la Inglaterra de la industrialización, en la misma novela el principe Andrei en Rusia, era un despilfarrador sin freno, un hombre que de verdad se cría que era superior al resto de los humanos, la clase campesina rusa, pasaba hambre y muchas mujeres se prostituían por un pan para llevar a sus hijos. Ethel trabajaba doce horas diarias en un miserable taller de costura, por unos peniques al día, eran los primeros años del 1900 y las diferencias sociales eran tan inmensas que los perros de Andreí, comían mejor que los mismos sirvientes de la corte. En cambio Ethel vivía mejor, podía comprar té y avena para las gachas y un poco de leche para su hijo de dos años, pero usaba la misma ropa de cinco años atrás, ella se sentía una afortunada pro vivir como viviá, en un cuartucho miserable en Londres y se comporaba con la miserable vida de sus familiares mineros...
Hoy, ciento y pico de años después, la situación se repite en muchos lados del mundo y los príncipes Andreí de hoy, tambien se creen tener derechos divinos.
Ethel se enteró de la revolución francesa y soñaba conque algo semejante sucediera en Inglaterra.
Yo como Ethel vivo soñando otra revolución, pero soy consciente que hay muchos campesinos rusos en la España actual que adoran al principe Andréi aunque subsistan con un pan, aunque los comisarios y los recaudadores de impuestos aparezan en sus casas y los despojen, y los echen al frio de la calle y tengan que rebuscar un mendrugo de comida en los contenedores de las sobras. Como en la novela, los campesinos de hoy, son capaces de sentarse a la vera del camino, toda una tarde para ver pasar los carruajes del principe que pasa a toda velocidad entre la polvareda que apenas deja ver la comitiva y gritaban loas al mismo que los mandaba matar sin miramientos si alguno se quejaba del hambre que pasaba.
Hoy el gobierno de España obedece al principe Andréi y castiga a quien se anime a protestar, las leyes se cambian para beneficiar la represión de los quejosos y si bien no se mata a nadie, se lo condena a los bajos fondos de la miseria y clandestinidad de la economía sumergida, hoy, ya no es necesario el castigo físico para degradar a un campesino pobre o un miserable desgraciado citadino expulsado del sistema, hoy se lo castigo viendo que nunca llegará a lo que el sistema le prometió, hoy se aplica aquello que se hicieron los nazis al numerar a los presos, quitarles el don de ser una persona, para convertirlos en un número.
Yo sueño como Ethel con una revolución y me pregunto cuantas vejaciones más tendran que sufrir las personas del pueblo para que realmente se enfurezcan y busquen de cualquier modo recuperar la dignidad..¿a usted le pasa lo mismo que a Ethel y a mí ?

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